Only Lovers Left Alive
Año:
2013
Fecha de estreno:
13 de junio de 2014
Duración:
123 min
País:
Reino Unido
Director:
Jim Jarmusch
Reparto:
Tom Hiddleston, Tilda Swinton, Mia Wasikowska, Anton Yelchin, John Hurt
Distribuidora:
Vértigo Films
La noche, hábitat natural de las almas
condenadas, de solitarios irredentos, de variopintos personajes que
buscan, en la oscuridad, el refugio perfecto para sus acciones. La
noche, usada como el confidente ideal de unos personajes noctámbulos
mientras deambulan dentro de un taxi de una gran ciudad en Noche
en la Tierra. Y la noche vuelve
a tomar protagonismo en otra obra del esteta Jim Jarmusch. La noche,
en Sólo los amantes sobreviven,
se erige como un abrigo para nuestros dos protagonistas, Adán y Eva,
dos entes marginales por naturaleza, dos amantes centenarios, dos
snobs irremediables,
dos vampiros poco comunes.
Porque
era evidente que Jim Jarmusch no iba a realizar una película
cuadriculada sobre el mito vampírico. Su enfoque, en una vuelta de
tuerca al subgénero -algo habitual en el americano, como ya hiciera
con el atípico western Dead Man-,
va más allá del mito del chupasangre y se centra en el romance de
dos inadaptados cuya condición inmortal condiciona su estilo de
vida. Por un lado, Adán, residente en Detroit, es un rockero
fetichista de las guitarras desencantado con la actitud de los seres
humanos. Por otro lado, Eve, residente en Tánger, posee el don de la
lectura táctil y adora leer. Ambos se reúnen en Detroit porque Adán
está muy deprimido.
Y así
es, toda la película está rodeada de un ambiente deprimente y
decadente. Las vidas de ambos son aburridas y sólo se despiertan un
poco cuando Ava, la hermana manipuladora de Eve, irrumpe en su
cotidianidad. Muy acertadamente Ava les llama “snobs paternales”.
Y es que Jarmusch nos ofrece una visión bohemia de Adán y Eve
marcada por las referencias culturales. En ese sentido, Sólo
los amantes sobreviven
posee una fuerza arrolladora, por sus significados subyacentes, por su fotografía milimetrada, por sus
imágenes icónicas de gran belleza estética. Jarmusch ha sabido
capturar la esencia tediosa de sus personajes e imprime a la historia
de ese ritmo parsimonioso tan característico en toda su filmografía, no apto para impacientes.
Estamos ante una película meditativa,
con escenas fijas, planos cenitales y demás recursos que
ejemplifican la banalidad de la vida. Sobre todo de personas
condenadas a vivir eternamente. Y, aunque pueden compartir su amor,
no dejan de ser unos marginales en un ambiente de decadencia extrema.
Que sean vampiros sólo acentúa esta característica. Como vampiros,
están condenados a las penumbras, a merodear de noche y a beber
sangre. Pero, como el mundo está corrompido y como se adaptan a las
nuevas costumbres del siglo XXI, nada más pueden tomar sangre pura y
sin contaminar. Es su droga y así lo escenifica Jarmusch cuando
beben en esas copas con tanto estilo. Además, qué anticuado sería
eso de morder el cuello de un humano tóxico, también conocidos por
ellos como “zombies”, una alegoría a la deshumanización, a la
pérdida de la imaginación que tanto frustra a Adán.
Tom Hiddleston y Tilda Swinton dan vida
a esta pareja de no muertos. Ambos perfectos, ambos maravillosos. Sus
escuálidos físicos de tonos níveos confieren la apariencia
perfecta para estos vampiros modernos. Sus interpretaciones austeras,
parcas en palabras, de miradas penetrantes y gestos minimalistas
engrandecen una película cuidada a nivel formal e intelectual. Y esa
música, en este caso vintage, otra constante en la filmografía del
melómano empedernido de Jarmusch, acompaña lacónicamente a
nuestros protagonistas. Una película íntima, una oda al amor
eterno, con muchos significados ocultos, para ver y sentirse
fascinado por su estética una y otra vez. Para sentirnos
inmortales.
7/10
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