domingo, 8 de junio de 2014

Sólo los amantes sobreviven. La noche.

Título original:
Only Lovers Left Alive
Año:
2013
Fecha de estreno:
13 de junio de 2014
Duración:
123 min
País:
Reino Unido
Director:
Jim Jarmusch
Reparto:
Tom Hiddleston, Tilda Swinton, Mia Wasikowska, Anton Yelchin, John Hurt
Distribuidora:
Vértigo Films


La noche, hábitat natural de las almas condenadas, de solitarios irredentos, de variopintos personajes que buscan, en la oscuridad, el refugio perfecto para sus acciones. La noche, usada como el confidente ideal de unos personajes noctámbulos mientras deambulan dentro de un taxi de una gran ciudad en Noche en la Tierra. Y la noche vuelve a tomar protagonismo en otra obra del esteta Jim Jarmusch. La noche, en Sólo los amantes sobreviven, se erige como un abrigo para nuestros dos protagonistas, Adán y Eva, dos entes marginales por naturaleza, dos amantes centenarios, dos snobs irremediables, dos vampiros poco comunes.

Porque era evidente que Jim Jarmusch no iba a realizar una película cuadriculada sobre el mito vampírico. Su enfoque, en una vuelta de tuerca al subgénero -algo habitual en el americano, como ya hiciera con el atípico western Dead Man-, va más allá del mito del chupasangre y se centra en el romance de dos inadaptados cuya condición inmortal condiciona su estilo de vida. Por un lado, Adán, residente en Detroit, es un rockero fetichista de las guitarras desencantado con la actitud de los seres humanos. Por otro lado, Eve, residente en Tánger, posee el don de la lectura táctil y adora leer. Ambos se reúnen en Detroit porque Adán está muy deprimido.


Y así es, toda la película está rodeada de un ambiente deprimente y decadente. Las vidas de ambos son aburridas y sólo se despiertan un poco cuando Ava, la hermana manipuladora de Eve, irrumpe en su cotidianidad. Muy acertadamente Ava les llama “snobs paternales”. Y es que Jarmusch nos ofrece una visión bohemia de Adán y Eve marcada por las referencias culturales. En ese sentido, Sólo los amantes sobreviven posee una fuerza arrolladora, por sus significados subyacentes, por su fotografía milimetrada, por sus imágenes icónicas de gran belleza estética. Jarmusch ha sabido capturar la esencia tediosa de sus personajes e imprime a la historia de ese ritmo parsimonioso tan característico en toda su filmografía, no apto para impacientes.

Estamos ante una película meditativa, con escenas fijas, planos cenitales y demás recursos que ejemplifican la banalidad de la vida. Sobre todo de personas condenadas a vivir eternamente. Y, aunque pueden compartir su amor, no dejan de ser unos marginales en un ambiente de decadencia extrema. Que sean vampiros sólo acentúa esta característica. Como vampiros, están condenados a las penumbras, a merodear de noche y a beber sangre. Pero, como el mundo está corrompido y como se adaptan a las nuevas costumbres del siglo XXI, nada más pueden tomar sangre pura y sin contaminar. Es su droga y así lo escenifica Jarmusch cuando beben en esas copas con tanto estilo. Además, qué anticuado sería eso de morder el cuello de un humano tóxico, también conocidos por ellos como “zombies”, una alegoría a la deshumanización, a la pérdida de la imaginación que tanto frustra a Adán.


Tom Hiddleston y Tilda Swinton dan vida a esta pareja de no muertos. Ambos perfectos, ambos maravillosos. Sus escuálidos físicos de tonos níveos confieren la apariencia perfecta para estos vampiros modernos. Sus interpretaciones austeras, parcas en palabras, de miradas penetrantes y gestos minimalistas engrandecen una película cuidada a nivel formal e intelectual. Y esa música, en este caso vintage, otra constante en la filmografía del melómano empedernido de Jarmusch, acompaña lacónicamente a nuestros protagonistas. Una película íntima, una oda al amor eterno, con muchos significados ocultos, para ver y sentirse fascinado por su estética una y otra vez. Para sentirnos inmortales.

7/10

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