Título original:
Blood Father
Año:
2016
Fecha de estreno:
09 de Septiembre de 2016
Duración:
88 min
País:
Estados Unidos
Director:
Jean-François Richet
Reparto:
Mel Gibson, Elisabeth Röhm, William H. Macy, Diego Luna, Thomas Mann, Erin Moriarty, Ryan Dorsey, Michael Parks
Distribuidora:
Vértigo Films
Si bien la nostalgia
siempre se ha vendido a buen precio en el cine, y últimamente parece
que mejor (con series como Stranger things, retorno de
franquicias míticas como Pokémon, Star Trek, remakes
de éxitos ochenteros como Cazafantasmas, etc), hay algo que
aún suele encandilar más entre el espectador, y es la resurrección
de viejas glorias. Vale que no podemos hablar de Mel Gibson como si
fuera otro caso al estilo Michael Keaton, ya que el que fuese Mad
Max nunca se fue del todo, pero desde Señales (2002) su carrera
ha ido en picado. Seguramente casi todo deriva de sus frecuentes
salidas de todo contra homosexuales, judíos y, lo último, la
denuncia de su ex esposa Oksana Grigorieva por malos tratos, donde
acabó siendo diagnosticado de trastorno bipolar. El caso es que
Blood Father, desde que se anunció su presencia en Cannes y
con su vuelta a la dirección con el drama bélico Hacksaw Ridge
(estreno previsto en USA en noviembre de este año), todo parecía
indicar que este año podría ser el regreso de Mel al candelero, su
particular redención.
Pero no será así, al
menos no por parte de Blood Father, donde si bien se conjugar
ambos factores antes mencionados (nostalgia y resurrección), la
fórmula parece no funcionar en este caso. Y es que el director
Jean-François Richet (director del remake de Asalto al distrito
13, Mesrine y Una
semana en Córcega), basado en la novela de Peter Craig y
quien colabora activamente en la trasladación a la gran pantalla,
haciendo un ejercicio de jurásicas proporciones, nos brinda una
película que nace ya envejecida, con más arrugas y surcos que la
frente John Link (personaje de Gibson). Desde luego, los amantes de
las pelis de acción de los 80/90 sabrán apreciar ese aroma rancio
que se gasta, tan entretenida como insustancial, únicamente
sostenida por el rictus de un actor que extrañamente conquista la
pantalla con su mera presencia. Al César lo que es del César, Mel
Gibson tiene presencia cinematográfica en cada poro de su rostro, y
aunque el carisma de Arma Letal no esté presente, verle
repartir balazos a los narcos malos encabezados por Diego Luna es tan
extrañamente adictivo como pinchar en Willy Toledo cada vez que es
TT en Twitter. Sabes que será lo de siempre, pero alguna extraña
sensación te empuja a averiguarlo. Blood Father es algo
parecido, es trama de cartón-piedra, cual pelis de Steven Seagal o
Van Damme (las de antaño al menos), de tufillo a testosterona y
whisky barato, pero que combinan bien con las tardes calurosas de
verano y cerebros deseosos de desconexiones emocionales.
Quizás la película de
Richet no tiene alma, le falta capturar quizás lo que sí hicieron
Stranger Things o la misma Cazafantasmas, por poner dos
ejemplos ya citados, pero la recreación de viejos patrones y un cine
de evasión y acción sin más preocupaciones que dar una dosis de
hora y media de pim-pam-pum está fuera de todo juicio. No servirá
para mejorar la figura dañada de su actor principal, pero para
nostálgicos de una forma de hacer sigue, quizá sea suficiente
excusa. Por tanto, Blood Father no es buena, pero tampoco
mala, sino carnaza. De la misma forma que la gran mayoría del cine
de acción de hace un cuarto de siglo.
5/10
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