lunes, 28 de agosto de 2017

Death Note. Destrucción creativa.



Título original:
Death Note
Año:
2017
Fecha de estreno:
25 de Agosto de 2017 
Duración:
101 min
País:
Estados Unidos
Director:
Adam Wingard
Reparto:
Nat Wolff, Keith Stanfield, Margaret Qualley, Shea Whigham, Willem Dafoe,Jason Liles, Paul Nakauchi, Jack Ettlinger, Michael Shamus Wile
Distribuidora:
Netflix



Pensar en Wingard hace unos años era pensar en uno de los más prometedores directores del género fantástico que habían salido de las filas de los cineastas independientes norteamericanos. Pensar hoy en él significa pensar en un director bastardeado por crítica y público, en una promesa hecha humo. ¿Qué hubo en el medio? La industria puso su ficha en él a tal punto que, en poco tiempo, tuvo la posibilidad de dirigir el piloto de la serie Outcast y exhibirlo en el cine, dirigir la secuela de una obra de culto como lo era Blair Witch Project y, finalmente, hacerse cargo de la primera adaptación que el cine norteamericano hacía del anime Death Note. Todo un desafío ya que no sólo significaba ponerlo por primera vez como el centro de toda la atención, sino enfrentarlo a dos fandoms difíciles de conformar: por un lado se enfrentaba al culto alrededor de una película que tenía menos de cine que de publicidad, y por otro al siempre complicado seguidor del manga y el anime. Los resultados fueron desastrosos y, aunque todavía no sabemos que rédito le dará a Netflix la adaptación del anime, intuimos que podemos irnos despidiendo de futuros proyectos “importantes” en manos de Wingard. Y es una lástima, porque en Blair Witch el director había logrado, a partir de un formato tan peleado con el cine como lo es el found footage, notables hallazgos de puesta en escena que la convertían en uno de los mejores exponentes del sub-género. En la excelente Death Note, Wingard dio un paso adelante en su cine y decidió volar por los aires todas las convenciones del blockbuster como lo conocemos, desafiando a un público difícil y demostrando, si alguna duda cabe, que el cine comercial tiene sus autores, aunque el sistema se empeñe en devorarlos. La exploración artística del director trae una saludable brisa de aire fresco al catálogo de originales de Netflix, aunque resulta también el suicidio comercial de un autor que no podía vivir por mucho dentro de los corsés de un mundo tan peleado con la creatividad.

La primera regla que Wingard rompe es la de la duración. Ante la sacralización de la película de “más de 2 horas” y el tan cacareado “tiempo para desarrollar personajes” que podemos escuchar una y otra vez en internet, Death Note decide contar su historia en unos blasfemos 100 minutos. Lo que para muchos de los críticos del film ha resultado un problema, yo he encontrado una de sus máximas virtudes: una narración ágil y de desconocido vigor, al menos en el terreno en que nos movemos. Me sorprende en especial el gran trabajo de montaje, que ha permitido que una historia con mucha información y mucho que explicar avance sin ningún tropiezo. En cierta forma, es un ejercicio de clasicismo puro, donde no hay lugar para escenas ni diálogos que no sirvan a la historia principal y las escasas historias secundarias están absolutamente al servicio de la historia troncal.


Pero su clasicismo no está sólo en la narración sino en la forma: estamos frente a una historia que se toma como lo que es, una tontería al servicio del entretenimiento. Aquí nos ponemos polémicos porque otra de las reglas que el director destroza, es la más polémica de todas. A Wingard no parece interesarle que adapta un anime que tiene como característica fundamental un dramatismo exagerado y un tono pontificador que roza el más extremo de los ridículos. La adaptación de Death Note lleva al máximo extremo lo que las películas de Marvel apenas alcanzan a acariciar en la superficie: destroza el dogma del dramatismo, rompe con la tiranía de lo “épico” (esa palabrita que se puso de moda en el blockbuster en los últimos años) y, por sobre todas las cosas, no le interesa verse ‘cool’ ni comercializable. El desinterés de esta adaptación para con las actuales obsesiones de los gigantes comerciales, rompe con todo lo establecido y coloca esta historia, pese a sus diversos momentos y ambientes terroríficos, más cerca aventuras serie B de los años 40.


Y ya que hablamos de serie B, hablemos de Ryuk. El dueño de la Death Note del título es un monstruoso Dios de la muerte de las tradiciones japonesas animado por una mezcla de técnicas CGI y efectos prácticos, y con la voz de un Willem Dafoe que bien pudo aparecer en persona con la cara pintada de blanco consiguiendo resultados igualmente aterradores. El papel del demonio queda reducido al mínimo con respecto al material original, siendo un agradable agregado a la historia que oscila entre lo terrorífico y lo divertido. Hay mucho talento en la puesta en escena que permite situaciones intensas dejándolo casi siempre fuera de plano o fuera de foco, permitiendo disimular los límites del presupuesto, mientras que el inteligente guion va dibujando a pequeñas pinceladas la desconfiada relación con el protagonista.


Pero si Ryuk es una de las pocas cosas que los críticos están rescatando del film, no podemos decir lo mismo de Light, el protagonista interpretado por Nat Wolff. En otra jugada polémica, Wingard vuelve a modificar drásticamente el material original y cambia por completo al maquiavélico y psicópata Ligth del anime por una versión acorde a lo que se cuenta en su versión: sorprendentemente manipulable, no demasiado inteligente y completamente dependiente de una mujer. En un agradecido y bienvenido cambio de roles de género, el personaje interpretado por Margaret Qualley se convierte en parte activa de la trama y verdadero cerebro detrás del asesino mundialmente conocido como Kira que crearán con base al poder del Death Note. Aunque muy criticado, este cambio es crucial para salvar el ritmo de la película y evita que entre en los pozos reflexivos que al director no le interesaba representar y que hubiesen sido inevitables si el protagonista tenía demasiados momentos en solitario. Además, la narración se enriquece al descomponer al improbable Ligth del anime en estas dos personalidades más terrenales y reconocibles.


A los  que ejercen la profesión de periodismo les tocará entrevistar a Wingard y preguntarle lo que todos nos preguntamos ¿Por qué creyó que adaptar Death Note de esta manera podía ser otra cosa que un fracaso? ¿Es posible que el autor sea tan ingenuo de creer que su visión tendría aceptación o es acaso un loco dispuesto a desafiar y provocar al público y a la industria con su obra? Como sea, lo que el director hizo para Netflix es una de las películas de género más estimulantes de  este año y no me queda duda que, junto a Blair Witch, son películas que se empezarán a valorizar más adelante.

7/10

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