lunes, 21 de agosto de 2017

Eros plus massacre. Única e irrepetible obra de vanguardia.


Título original:
Erosu purasu Gyakusatsu  
Año:
1969
Fecha de estreno:
14 de Marzo de 1970 (Japón)
Duración:
216 min
País:
Japón
Director:
Yoshishige Yoshida
Reparto:
Mariko Okada, Toshiyuki, Hosokawa, Yuko Kusunoki, Etsishi Takahashi, Kazuko Inano, Daijiro Harada, Kikuo Kaneuchi 





El director de la magnífica y vanguardista “Eros Plus Massacre” es uno de los máximos exponentes de la llamada “Nuberu Bagu”, la cuál fue una reacción a la “Nouvelle Vague” francesa. Algunos directores japoneses noveles querían hacer algo distinto al cine más convencional de los Mizoguchi, Kurosawa, Naruse o Yasujiro Ozu; es por eso que Francia y su nueva ola fue su principal referencia, para 1969 la nueva ola japonesa estaba más que consolidada y  Yoshishige Yoshida se consagró definitivamente con esta genial y personalísima obra.


La obra más reconocida de toda la filmografía del director es, sin lugar a dudas, una de las cintas más estilizadas de siempre, pero también una de las más difíciles de apreciar. Porque en “Eros Plus Massacre” casi nada es convencional, Yoshida está en constante intento por trascender, lo fantástico es que lo consigue. Eso sí, muchos cinéfilos la tacharán de excesiva pretenciosidad cuando no de megalomanía. El caso es que “Eros Plus Massacre” consigue todo lo que se propone, por esta razón es una de las obras más icónicas de la nueva ola. 


Yoshida nos muestra un mundo post-apocalíptico gracias a esa original luminosidad que inunda cada plano, el brillo  satura y difumina  las formas poligonales. El sol parece cegarnos en cada momento, aunque las sombras luchan para ocultarlo, también existe la luna. Esta fotografía tan estilizada adquiere un mayor significado cuando se nos cuenta la vida política y amorosa del anarquista Sakae Osugi, es aquí cuando el film alcanza su grandeza. Yoshida nos habla principalmente de feminismo, amor y libertad; y lo hace en boca de cada personaje, cada uno da su propio punto de vista sobre estos temas dando  como resultado una obra compleja y alejada de cualquier atisbo maniqueo. Sí que existe una búsqueda durante todo el metraje, o más bien, un objetivo: el cómo conjugar en coherencia y sinergia la búsqueda de la igualdad de género, la libertad (entendida desde el punto de vista anarquista) y el amor. Ninguno de los personajes parece darnos la solución y, por consiguiente, Yoshida logra mostrarnos las incongruencias de cada personaje, humanizándolo más si cabe, pero también enseñándonos su lado oculto de la luna.


Lo anterior se complementa eficazmente con la historia del presente, contándonos cómo reflexionan unos jóvenes del Japón actual (en esos momentos 1970) sobre la vida del anarquista Sakae Osugi, reinterpretándolo. Es eficaz porque esta historia nada se parece a la anterior, ni desde el punto de visto formal (ya no hay luminosidad) ni tampoco desde el punto de vista del contenido. Aquí la vida se nos muestra banal, carente de idealismo, no hay ningún tipo de búsqueda porque el progreso ya llegó, está todo conseguido. Los personajes reflexionan sobre los mismo temas, sí, pero desde un punto de vista desesperanzado y aburguesado. Eiko y Wada vagan por la vida sin afrontar sus problemas, olvidando el pasado -ya que como dice Wada, “no le interesa”-, en su ignorancia sólo pretende incendiar cualquier atisbo de memoria.


Para finalizar hay que decir que la obra no pretende gustar a casi nadie, y por eso se muestra casi inaccesible para la gran mayoría, hermética en algunos tramos. No hay casi ningún tipo de convención a la que aferrarse por parte del espectador. Eso sí, la obra, aunque muy reflexiva e intelectual, se puede disfrutar en sus elementos más sensoriales. La paciencia te llevará hacia un disfrute muy especial, porque al fin y al cabo, es todo un truco (como dice Jep Gambardella en “La gran belleza”). Pero, sobre todo, el más personal y genial de los trucos.

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