Lo dejo caer siempre
que reseño una serie y ahora mismo no será excepción: la “era dorada de las
series” es un concepto que lejos de implicar un momento de gloria para la
calidad artística de la producción televisiva indica un momento de irrupción
violenta de la lógica industrial en este nicho que supo prometer una
alternativa muy fuerte a lo que se estaba convirtiendo el cine mainstream
norteamericano. Aburro diciéndolo siempre, pero me arriesgo; es necesario
remarcarlo cuando toca hablar de una serie como Better Call Saul, una de esas
representantes de la verdadera buena televisión estadounidense. Y si nos
ponemos a pensar, era fácil fallar con el spin-off de Breaking Bad tanto como
era fácil vaticinar un desastre que sólo buscaba recoger más ganancia del
fenómeno masivo de la serie madre (no es casualidad que el término spin-off sea
un concepto devenido del mundo empresarial), sin embargo Gilligan ha sabido
direccionar el show hacia nuevos espacios y nuevas interrogantes completamente
desafiantes para el espectador. ¿Qué es Better Call Saul? Cometimos el error
que sería una vez más la historia de un hombre echándose a perder en su
tambaleante camino entre el bien y el mal (esa esperada transformación de Jimmy
en Saul), para finalmente descubrir que lo que vemos en realidad es la historia
de un hombre conociendo y aceptando su propia naturaleza. La figura de Atticus
Finch, protagonista de Matar a un Ruiseñor, aparece allí como referencia
poética para desmontar el mito del abogado bueno y eliminar de la ecuación la
inútil dicotomía entre el bien y el mal.
La segunda temporada
había acabado con Jimmy acorralado por Chuck y con el suspenso en torno a una
grabadora que prometía desatar el infierno entre los dos hermanos. Esta vez, a
diferencia del season premiere del año pasado (que trampeó las expectativas del
final de la primera tanda de episodios), la grabadora fue fundamental en la
historia y fue la excusa para desarrollar una complejísima trama secreta de la
relación de Jimmy y Charles. Hay un momento muy desgarrador en el primer
episodio que resume el punto de no retorno entre los dos hermanos: Jimmy
encuentra el libro que leían juntos cuando eran niños y esto desata dulces
recuerdos de tiempos más idílicos. Por un momento, ambos entran en ese juego de
recordarse queriéndose, sin embargo Chuck se ve obligado a cortar
despreciativamente el buen momento, no sólo porque su rencor vence todo tipo de
lazo, sino porque su postura profesional se basa en la ruptura con ese idilio.
Jimmy recrimina a su hermano la poca voluntad de reconciliación, olvidando
convenientemente que han sido sus triquiñuelas las que han comprometido la
reputación del mismo. Este momento enlaza directamente con el final, en un
nuevo intento de Jimmy de hacer las paces sin tocar las culpas de cada uno y en
un nuevo show de Chuck en el que intenta justificar su actitud en base al
desprecio del otro. Ese es el círculo vicioso en el que ambos entraron: uno
creyendo que su traviesa naturaleza nunca es dañina para nadie y el otro
convencido que su dictatorial actitud puede tener un mejor final que el de
quedarse completamente sólo. Ambos hermanos metidos en sus propias nociones del
mundo e incapaces de entenderse. Este es el gran drama que oculta esta historia
de abogados completamente atípica, esta es la trama que algunos se atreven a
acusar de trillada a pesar de que pocas veces se ha narrado a partir de un
libreto más inteligente y de una dirección tan acertada. Sin ir más lejos, la
poética derrotista del último episodio me remite directamente a alguno de los
mejores episodios de los Sopranos. Imposible no caer rendido.
Es imposible no
hablar de Kim en párrafo aparte, un personaje que en principio pintaba ser poco
más que testimonial pero que con el correr de las temporadas se ha agigantado
más de lo esperado. En esta tercera temporada, ya en medio de la guerra entre
los dos hermanos, Kim toma partido definitivamente por Jimmy, asumiendo las
previsibles consecuencias. De esta manera, la abogada se convierte en víctima
indirecta de las andanzas del protagonista, las cuales la dejan en una delicada
posición personal y profesional. Pero es importante señalar que el personaje no
lo hace desde una posición de debilidad y dependencia sino desde la decisión
firme de combatir a Chuck, ese oscuro personaje que le representa la
deformación de su héroe de la infancia. Hay un gran momento que define a Kim
como personaje y tiene que ver, de nuevo, con la figura de Atticus Finch: ella
señala a Jimmy que Matar a un Ruiseñor la había marcado de niña y era su
película favorita, a lo que Jimmy comenta que era típico que las chicas
suspiraran por un héroe como Finch. Sin embargo, como señala la propia abogada,
ella no estaba enamorada de Finch, sino que había tomado la decisión de ser
como él. Kim no es un personaje que resiste las envestidas de los enemigos de
Jimmy por simple devoción amorosa, sino que ha decidido ayudar al protagonista a
modo de gesta justiciera (mucho menos inspiradora que la de Finch, eso sí). ¿Su
decisión ha sido la correcta? ¿Cuánto podrá el personaje resistir ser el faro
moral, pareja sentimental y bombero de un Jimmy cada vez más problemático?
Algunos de los dilemas que vemos esta temporada nos dan una idea, pero es sobre
todo su ausencia en Breaking Bad lo que nos deja dudas acerca de cómo terminará
todo. ¿Está llamada acaso Kim a quebrar y convertirse en una especie de Chuck?
¿Será ese el destino de aquellos a los que Jimmy elije como su faro moral? En
todo caso, el final de temporada significa un quiebre del status quo que deja
abierta la especulación de cara al futuro de la ficción.
El otro pilar de la
serie ha sido siempre Mike y la trama del narcotráfico que la emparenta
directamente con Breaking Bad. Aquí ya nos habían prometido que Gus Frings
entraría en escena y, como ha sido costumbre en la serie, todo se ha
desarrollado de cara al fanservice. Frings era de por sí un personaje
caricaturesco, muy de realizar determinadas acciones fantasmagóricas con
actitud de Robocop, por lo que era terreno fértil para desatar el furor de los
seguidores a partir de situaciones rebuscadas e impactantes. Siendo una trama
que sabemos cómo termina (un Héctor inválido y Mike trabajando para Gus), el
guion ha sabido desviar inteligentemente el suspense hacia la figura de Nacho,
el gran protagonista de esta trama y cuya ausencia (otra vez) en los hechos de
Breaking Bad ayuda a sembrar la duda con respecto a su destino. De momento, todo
en esta historia es un coitus interruptus, destinado sólo a explotar
definitivamente cuando la serie promedie su final.
Saul ha aparecido
finalmente para aquellos impacientes que lo pedían, pero para su desgracia lo
ha hecho de manera totalmente anticlimática, como si la propia serie quisiese
dar una cachetada a los que todavía esperan que la ficción vaya por el mismo
lado que Breaking Bad. De momento, si Better Call Saul tiene una virtud es ser
precisamente todo lo contrario a lo que podía esperarse, todo lo contrario lo
que el público está esperando siempre. Y en esa valentía radica el valor de
Gilligan como figura importante y trascendente del mundo de la tv, como un
verdadero aporte a esa masa de producciones cada vez más uniformes. Que el
ruido que hacen las aventuras de Jimmy temporada a temporada sea tan pequeño en
comparación a la serie madre, no deja de mostrar una vez más la enfermedad de
la que sufre la industria.
¡Estupendo artículo! Completamente de acuerdo. Aunque que no sea tan popular no tiene que ver tanto con la industria como la propia sociedad... ésta quiere ver una serie rápida, fácil de ver, y con mucha acción que no les distraiga y hagan que miren la pantalla del móvil a la misma vez... Algo en lo que se ha convertido Juego de Tronos en las últimas temporadas, por ejemplo. Better Call Saul es lo mejor que hay ahora mismo en TV, con diferencia, una pena que no haga tanto ruido como otras series.
ResponderEliminarEs cierto que el caso particular de que esta serie no tenga un amplio público responde ante todo a lo que ese público está buscando, sin embargo también hay que resaltar que el abuso de oferta ya está casi por encima de la capacidad del mercado para consumirla. La industria tiene su cuota de responsabilidad cuando ahoga las posibilidades de series como ésta multiplicando año a año la cantidad de series de rápida digestión que saca al aire. Hay una retroalimentación interesante de analizar ahí.
EliminarEstoy hoy mismo acabando de ver Breaking Bad. Antes de ella o las dos temporadas primeras de Better Call Saúl y me gustó y divirtió mucho. En cuanto finalice Breaking Bad iniciiaré está tercera temporada de Better... que tan bien has reseñado aquí. Me han entrado muchas ganas de ponerme con ella. Gracias por ello, Emiliano
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Espero que te guste tanto como a mí o más.
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