Tras la inauguración del
festival con Las
flores de antaño y continuar con Algol
– La tragedia del poder y El día más hermoso, en
la jornada de ayer pudimos ver dos películas más. Marija, el
debut en el largometraje de Michael Koch; y Destino espacial:
Venus, ciencia ficción de 1960 venida de Alemania del Este.
Marija representa
un poco todo aquello que está empezando a cansarme de cierto cine:
correcta visualmente pero mil veces vista a la vez, cine “necesario”
pero a la vez insustancial artísticamente hablando. He leído por
ahí que prescinde de clichés habituales... y me pregunto si habré
visto otra película. Marija es una inmigrante ucraniana que despiden
de su trabajo como limpiadora en un hotel, y luego durante toda la
película seguimos su progresión, adaptándose a distintos trabajos,
algunos de moral dudosa, con el único fin de seguir adelante y
lograr su ansiado sueño: abrir una peluquería. Y con esta sinopsis,
la mayoría de gente que tiene cierto bagaje cinéfilo ya puede
saberse la película sin verla siquiera. La única duda es si el
director optará por un mensaje positivo o dramático para su final.
Pero poco consigue
implicarme en su relato Marija, distanciándome de los personajes,
siguiendo siempre de espaldas a su protagonista pero pocas veces sabe
uno realmente qué pasa por su cabeza. El director se limita a
colocar su personaje principal en situaciones complicadas, esperando
que esto sea suficiente para que el espectador ya suplique por el
favor y la redención de su personaje. Pero lo cierto es que me
importa tanto en la película Marija como Georg como Cem, porque sus
personajes son planísimos desde el principio. Quizás por eso los
filmes de los hermanos Dardenne trasmiten más al público pese a ser
todos dramas sociales en esencia iguales a éste: porque trabajan sus
personajes para que nunca te sean indiferentes. Al menos, aquí
Michael Koch impregna a su personaje femenino (interpretado correctamente por Margarita Breitkreiz) de cierta ambigüedad
moral, ya que en situaciones extremas, primero está la
supervivencia, y luego la moral.
Por su parte, Destino
espacial: Venus nos retrotrae irremediablemente al cine de
ciencia ficción de serie B donde mastodónticos y arcaicos
ordenadores (cajas con muchas bombillas) eran el no va más de la
tecnología futurista, muy en sintonía con las producciones de este
tipo estadounidenses. Basada en la novela 'Astronautas' de Stanislaw
Lem (autor de Solaris, entre otras) y que posteriormente él
mismo echaría pestes de su adaptación cinematográfica, esta
adaptación a cargo de Kurt Maetzig dista del calado filosófico que
puede tener la adaptación de Tarkovsky. Con un espíritu más lúdico
(aunque no deja de haber reminiscencias a Hiroshima y la
radioactividad), su principal atractivo es, a día de hoy, su
estética retro, indudablemente. Los amantes de este tipo de
películas de poco presupuesto y estética desfasada sabrán
disfrutar de esta apolillada película de 1960. El problema es que la
historia no acompaña, se hace pesada, sin mucho interés, rodada con
cierto ingenio pero pocos recursos y actuaciones bastante
lamentables. Pero me cuesta ser duro con este tipo de películas,
porque me reportan una extraña entrañabilidad y no precisamente por
haberlas disfrutado en la infancia (soy del 87). Es curioso que nos
presenten una tripulación totalmente internacional, donde caben
africanos, asiáticos, americanos y europeos, algo muy poco frecuente
en la época. No esperen tampoco un tratamiento destacado del asunto
más allá de su mera aparición, pero la mera elección ya asombra.
Con un buen guión, quizás hablaríamos de una recomendable cinta,
pero desgraciadamente no me atrevería a recomendarla más allá de a
los nostálgicos y fans de la sci-fi de antaño.
Como dato, la película
pertenece a la DEFA, estudio cinematográfico de la RDA. Si bien el
conocimiento cinematográfico nos dice que el cine de la RFA es
bastante más sustancioso (Fassbinder, Herzog, Wenders), hay que
bucear mucho para encontrar que existen indicios de cine de calidad
por el lado este del muro, con directores como Frank Beyer o Konrad
Wolf. Lamentablemente, Destino espacial: Venus no debería ser
un ejemplo de calidad, sino más bien de eficacia, consiguiendo una
factura equiparable a obras de Roger Corman de la época (quien la
rescataría precisamente para su estreno en América).
No hay comentarios:
Publicar un comentario