El fenómeno de Twin
Peaks es de lo más curioso de la historia audiovisual. Que un director y
artista de prestigio como David Lynch decidiera plantar una semilla en el más
infértil de los terrenos artísticos como lo era la televisión de aquél tiempo
(el de hoy un poco lo es también), fue un hecho inédito para el medio y se le
puede considerar como una primera piedra, como un hito fundacional para la
explosión de calidad que viviría la televisión desde entonces. Pero así como
fue el inicio, acabó siendo también el Cristo de las ficciones televisivas.
Para Lynch la experiencia fue siempre un camino de espinas; una historia de
luchas, de idas y venidas con la productora y de concesiones, las cuales a
veces fueron muy pesadas. Los sacrificios que Twin Peaks debió hacer para estar
al aire acabarían moldeando el tono, la forma, la narrativa y el aspecto visual
de la serie, lo cual la hizo portadora de un estilo extravagante que hoy puede
volverla esquiva a los nuevos televidentes pero que se gana a pulso su título
de serie de culto y, a título personal, una de las grandes joyas que jamás dio
la televisión.
No soy ni un experto
en Lynch ni un experto en Twin Peaks, sin embargo me voy a permitir hablar de
la serie en la semana en que todo el mundo el mundo habla de ella, estando a
las puertas de uno de los renacimientos más esperados de la historia
audiovisual. No me gusta hablar con spoilers por lo que una vez más no vamos a
tocar los temas centrales de la trama, pero hay que hacer una salvedad: En el
final del episodio 3 de la primera temporada, Lynch dinamita cualquier
concepción clásica de lo que era la televisión con la secuencia que cambiaría
al medio para el resto de la historia. Es bien posible que si no has visto al
menos hasta el episodio 3 de la serie, aún no tengas idea de lo que trata Twin
Peaks, por lo que es probable que la nociones generales que tratemos aquí se
puedan considerar spoiler. Como siempre, la decisión de continuar es del
lector.
El
Piloto. La primera obra maestra de la televisión
Trabajando mano a
mano con Mark Frost, Lynch conseguiría el equilibrio perfecto para trasladar
las inquietudes y oscuridades de su cine sin abrumar a un público masivo
desconocedor de las formas más complejas y heterodoxas que puede tomar el arte.
El objetivo de Twin Peaks no era estrellar un Boening 767 contra la industria
establecida y construir su edificio sobre los cimientos del viejo, sino
introducirse en el mismo y transformarlo desde adentro. Así, el Piloto logró
ser a la vez un producto de complejísima calidad visual y artística, y un gancho
irresistible para todo el mundo con esa historia de asesinato que ni Agatha
Christie podría plantear en términos más misteriosos.
Allí vimos por
primera vez los bosques de Twin Peaks y a ese pueblo de gente bienintencionada
que ocultaba bajo su fachada de idílica existencia, una red de conspiraciones y
crímenes inconfesables. La muerte de Laura Palmer y la llegada del Agente del
FBI Dale Cooper comenzarían a destapar el mal cocinado a fuego lento en el
mismísimo corazón del pueblo. El slogan “¿Quién mató a Laura Palmer?” se hizo
viral en tiempos en que no existía la viralidad y el misterio desató pasiones
en todo Estados Unidos. Es curioso que la misma maquinaria publicitaria que
catapultaría la serie, fuese quien preparara la tumba de Twin Peaks; al que
menos le interesaba quién mató a Laura Palmer era al mismísimo David Lynch.
Primera
Temporada. Hay un enano en mi policial
Si bien la primera
temporada, que es la que hoy se considera la mejor expresión de calidad de Twin
Peaks, siempre mantuvo de manera más o menos rígida la estructura del policial,
Lynch le dio su toque de personalidad a ese escenario amable para el
espectador. Incluso las concesiones melodramáticas más sangrantes que la serie
se veía obligada a hacer, se movieron casi siempre por el terreno de lo
auto-paródico.
Pronto se hizo
evidente que a Lynch no le interesaba el policial más que como fondo de una
inquietud muy presente en su cine: la lucha del bien y el mal. De esta manera,
la sugerencia del elemento sobrenatural empezó a hacerse muy fuerte, y no tardó
en aparecer lo onírico y delirante. La secuencia del sueño de Cooper del
episodio, para el mismísimo autor lo mejor que rodó en su vida, fue la primera
demostración de que esta serie no se parecía en nada a lo ya visto.
Mientras tanto, las
tramas secundarias se animaban a tratar temas como la violencia de género, la
destrucción de los espacios naturales, la discusión de las instituciones del
matrimonio y una red de tráfico de drogas peligrosa. A la vez había lugar para
el soñador e inocente romance de Donna y James y las ilusiones caprichosas de
niñas malcriadas como Audrey Horne.
La serie era un éxito
rotundo y Lynch estaba listo para cerrar el capítulo de Laura y abordar los
temas que más le interesaban. Sin embargo, el medio estaba a punto de
demostrarle a Lynch todas sus inclemencias.
Segunda
Temporada. Auge y caída
En septiembre de
1990, Lynch se ponía una vez más tras la cámara para iniciar una temporada
extendida de 22 episodios. El 2x01 es una delicia Lynchiana que la mayoría de los
espectadores disfrutan hoy, sin embargo bien pudo ser la primera señal de
alerta para el mundo de que Lynch empezaba a alejarse definitivamente del
policial y empezaba a atender sus particulares excentricidades. El público
empezó a no acompañar a la serie y la productora se decidió a meter mano.
Las tramas
secundarias comenzaron a tirar mucho a lo humorístico (un humor por momentos de
cuestionable calidad) y se volvieron menos interesantes y orgánicas. La
desaparición de elementos identitarios como la telenovela “Invitation to Love”,
que funcionaba como parodia de los momentos más melodramáticos de la ficción,
bien se puede considerar un síntoma de que la serie empezaba a creerse su
propio melodrama.
El bajón de calidad
era evidente, pero la presencia de Lynch y Frost la llevaron por buen camino
hasta el 2x09, la cumbre absoluta de Twin Peaks y el momento dramático más
devastador. La resolución del misterio de Laura Palmer estuvo lejos de usar los
dispositivos clásicos del policial, en un escenario donde el realismo mágico se
apoderó por completo del tono de la serie y preparó el terreno para lo que se
venía.
La habitación roja,
Windom Earle, el origen del mal del bosque, fueron todos elementos que hacían
presagiar un cóctel maravilloso para la segunda etapa de la temporada. Sin
embargo Lynch no aguantó mucho más las presiones de la productora y, en medio
de la producción de “Corazón Salvaje”, abandonó la serie dejándola a cargo de
un desganado y ocupado Frost y un equipo de guionistas que merece el cielo por
el trabajo insalubre de mantener a flote una serie que no tenía ninguna
dirección. Las sub-tramas, una más espantosa que la otra, distraían del hilo
dramático principal, apenas esbozado por Lynch, con el que los guionistas no
sabían que hacer. La serie se hundió en audiencias hasta que los creadores
decidieron volver para encauzarla, aunque con la cancelación casi asegurada y
la relación de los productores con Lynch completamente rota, el autor decidió
filmar un final tan complejo como jamás se volvería a ver en una serie. La
venganza del autor contra dos años de imposiciones y atropellos artísticos fue
filmar el capítulo más Lyncheano hasta la fecha, haciendo volar por los aires
el carácter de serie comercial de Twin Peaks. De esta manera, acababa la
accidentada historia de esta ficción, que pasaría de fenómeno de masas a serie
de culto en la medida que los espectadores empezaran a descubrir que lo que
habían visto, pese a todas sus irregularidades, había sido un fenómeno único e
irrepetible.
Fire
Walk With Me
A la historia maldita
de Twin Peaks le quedaba un último capítulo. El cliffhanger final había
resultado en exceso mezquino para el público que se había encariñado con tantos
personajes y todo el mundo quería saber qué pasaba luego. Contrariamente al
clamor popular, Lynch decidió filmar una precuela de la serie basada en los
últimos días de Laura Palmer, en una película que funcionara a la vez como
complemento de la serie y como historia independiente. El gran problema fue que
la marca Twin Peaks la convertía en un producto altamente comercializable y por
ello la productora volvió a meter mano en la edición. Twin Peaks volvía a pagar
el precio de haberse convertido en un fenómeno de masas y entre la publicidad y
el recorte (se perdió casi 1h30 de metraje), el film resultó un desastre
narrativo tal que llevó a Lynch a jurar que no volvería a tocar Twin Peaks.
Afortunadamente eso no fue cierto.
“Fire Walk With Me”
ha sido reivindicada en los últimos años por los amantes de Lynch, aunque debo
admitir que a mí aún no me ha conquistado aún. Es interesante, sin embargo por
todos los elementos que agrega a la mitología de la serie y porque demuestra la
verdadera estética y tono que Lynch quería para su ficción, acercándolo más al terror y el thriller psicológico, un tono que se ha
podido ver en los avances de la nueva temporada y que nos hacen soñar que por
fin veremos a Lynch 100% desatado.
La
era dorada de la tv y Twin Peaks
Aprovecho el cierre
de este humilde, no muy riguroso y nada novedoso repaso por la historia de la
serie, para introducir reflexiones personales acerca del lugar que Twin Peaks
ocupa en el entramado que conocemos como “la televisión de hoy” y lo que
podemos esperar del renacimiento que estamos a días de presenciar.
Ha quedado más que
claro que en los 90 la televisión no estaba preparada para recibir a un genio
como Lynch, sin embargo el trabajo de educación del espectador que hizo el
inagotable talento de este artista, se puede considerar como el más importante
paso adelante hacia la explosión que a principio de los 2000s tendrían las
series de HBO. Al abrigo de la gran expansión de la tv que la propia Twin Peaks
propició, podría pensarse que finalmente se han dado las condiciones necesarias
para que la ficción tenga una revancha y logre por primera vez presentar todo
el potencial que en su primera vez no le fue permitido explotar. Es evidente
que sólo en el escenario actual Lynch podría haber obtenido el control creativo
absoluto de la serie, sin embargo esto no agota la reflexión: ¿Está preparado
el espectador para una Twin Peaks 100% Lynch? Definitivamente no. El avance de
la industria y la especulación en el universo de las series ha castrado en los
últimos años las posibilidades infinitas que parecían sucederse tras los
estrenos de The Wire y Los Soprano. Westworld, Strangers Things o la reciente
American Gods, por ejemplo, demuestran que la viralidad, el artificio explosivo
y el reciclaje de fórmulas preconcebidas son el pan de cada día a la hora de
producir series, y el alimento favorito de un espectador que ha retrocedido
como consumidor. No es que estas series que he tomado como ejemplo sean malas o
indignas (Strangers Things me gusta, Westworld me parece regular y American
Gods me parece mala), ni que rechace a todo aquél que las disfruta: el problema
es que están producidas y son consumidas bajo un cuestionable sello de
“televisión de calidad”, que parece reducir la calidad a fotografías pasadas
por un millón de filtros vistosos, narrativas enrevesadas que no llevan a
ninguna parte y tramas cuidadosamente estudiadas por la dirección marketing.
En un marco en que el
negocio parece haber absorbido el concepto de “serie buena” para su propio uso
comercial, la serie de Lynch no sólo volverá a ser una rara avis, sino que
volverá a acercar una terapéutica dosis de audacia creativa al mundo de la
televisión. Twin Peaks llegó cuando la tv era un desierto y vuelve hoy cuando
se ha convertido en un jardín artificial. El éxito comercial, entonces, no está
nada asegurado: la nueva temporada debería alejarse mucho de la inocencia de
los 90 (para bien y para mal, sello de identidad de la serie) y parecerse más
al final de la segunda temporada o a la propia Fire Walk With Me; ¿y no es el
último episodio de Twin Peaks un episodio adelantado incluso a estas épocas?
¿Acaso alguna vez la industria y el espectador norteamericano han visto pasar
por las pantallas otro episodio de tal personalidad y complejidad? Entonces,
¿La era dorada de la tv ayuda a Twin Peaks o la proscribe necesariamente al
espacio de lo maldito? Como sea, que exista es la bendición que debemos
agradecer. Ya tocará pelear la batalla de defenderla a muerte si de verdad vale
la pena.
Está pasando de nuevo.
La frase que cierto personaje usa para advertir a Cooper de que el mal se alza
otra vez, bien se interpreta también como el regreso del fenómeno televisivo.
Estamos a días de vivir un acontecimiento único y de presenciar semana a semana
lo que promete a ser un nuevo hito y un nuevo punto de inflexión para la
pequeña pantalla. La televisión no volvió a ser la misma tras 1990 y no volverá
a ser la misma tras 2017.
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