martes, 29 de abril de 2014

No se aceptan devoluciones. Tampoco manipulaciones sensibleras.

Título original:
No se aceptan devoluciones
Año:
2013
Fecha de estreno:
30 de abril de 2014 
Duración:
115 min
País:
México
Director:
Eugenio Derbez
Reparto:
Eugenio Derbez, Jessica Lindsey, Loreto Peralta, Daniel Raymont, Alessandra Rosaldo, Hugo Stiglitz, Arcelia Ramírez
Distribuidora:
Filmax

Por norma general, siempre saco algo positivo de todas las películas que veo, en cambio, de No se aceptan devoluciones me cuesta ver ese lado bueno. Es una lástima que la primera película dirigida por el popular comediante mexicano Eugenio Derbez abogue la sensiblería impostada, encerrando con doble vuelta de llave en un baúl la naturalidad innata de los pocos momentos cómicos del film, que se tornan hacia una ligereza superficial en el transcurso del relato. Una película pretendidamente manipuladora de la que sólo salvamos el esfuerzo de la niña, Loreto Peralta, por su ternura en pantalla.

Y es que No se aceptan devoluciones fracasa en su concepción desde un inicio rítmico en clave de comedia en el cual se nos presenta a Valentín (el propio Derbez, en un alarde de egolatría), un mujeriego empedernido con miedo al compromiso. Una americana, una de esas tantas mujeres protagonistas de sus escarceos amorosos, se presenta un día en Acapulco con un bebé afirmando que Valentín es el padre. Cuando la mujer desaparece, nuestro protagonista viajará a América para devolverle a la pequeña Maggie. Al no encontrarla, acaba de forma fortuita como especialista de cine y al cargo de la niña. Siete años después, Valentín ha construido una vida junto a su hija pero, de repente, la madre de la pequeña vuelve a aparecer amenazando la tranqulidad de los dos.


Tras ese inicio cómico, que apenas dura unos minutos, la película pasa a derroteros más dramáticos y de manera siempre forzada. Por ejemplo, los siete años de crianza de la niña se los ventilan en cinco minutos y, por tanto, nos cuesta creer la estrecha relación paterno-filial establecida con un hombre al cual nos han introducido como un liberal infantiloide incapaz sentar cabeza. Estas actitudes las justifica Derbez en un guion dirigido sin frenos hacia el drama más moñas y sensiblero que podamos imaginar. Cada acción, cada golpe de tuerca del guión, hunde la película en su propia compadecencia y la convierte en una masa compacta difícil de tragar.

Y ya no es sólo porque la historia peque de ñoña de por sí, sino por el erróneo uso enfático de los elementos cinematográficos de los que dispone Derbez, en especial, esa música tristona perenne durante las escenas más conmovedoras con la que sólo consigue repelernos. Un ímprobo esfuerzo manipulador que se ha convertido en la película del año en México. Suponemos que se debe al tirón comercial de su director y el cambio de registro hacia un trabajo serio. El resultado dista bastante de esas películas de padres coraje capaces de todo por sus retoños, que sí sabían mezclar inteligentemente las lágrimas con las carcajadas, caso de La vida es bella, por ejemplo.  

3/10

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