Matterhorn
Año:
2013
Fecha de estreno:
25 de Abril de 2014
Duración:
87 min
País:
Países Bajos (Holanda)
Director:
Diederik Ebbinge
Reparto:
Ton Kas, René van 't Hof, Ko Aerts, Kees Alberts, Lucas Dijker, Porgy Franssen, Alex Klaasen, Elise Schaap, Ariane Schluter
Distribuidora:
Sherlock Films
Es
una pena que el cine neerlandés esté tan poco difundido en nuestro
país, porque da la impresión de que, por lo poco que nos llega, nos
estamos quedando sin ver algunas cuantas películas interesantes.
Estrenos como los de Kauwboy y Nada personal, o Wolf
de Taihuttu, que dicen
que es un thriller que promete mucho (y ojalá alguien se atreva a
estrenarla aquí). Y ahora Matterhorn, que viene avalada por
la Seminci, viene de nuevo a reivindicar el cine de los Países Bajos.
Diederik
Ebbinge en su primer trabajo en el largometraje no puede haber estado
más acertado, un ejercicio atrevido utilizando sabiamente prejuicios
preestablecidos sobre la religión o la homosexualidad para formar un
canto a la tolerancia, sin que su discurso trate realmente ni sobre
la religión ni sobre la homosexualidad como tema central.
La historia nos sitúa en un pequeño pueblo sumido en la fe neocalvinista. En él vive Fred, un viudo con una vida rutinaria y sencilla, un tanto aburrida desde que vive solo. Todo cambiará con la llegada de Theo al pueblo, un hombre con la mentalidad de un niño al que Fred acoge en modo paternal para cuidar y educar a su manera.
La
relación entre Theo y Fred es el gran epicentro de la historia, por
lo que requería de dos actores que fueran capaces de adueñarse de
los sentimientos del espectador, cosa que consiguen loablemente tanto
René van't Hof como Theo como Ton Kas en el papel de Fred.
Ebbinge
sabe presentar los hechos, introduciéndonos en la vida de Fred antes
de la llegada de Theo, que con un simple trayecto y con cuatro gestos
del personaje ya intuimos lo poco activa y desmoralizante vida que
lleva. Un guión inteligente que sabe ser graciosa y trascendente al
mismo tiempo, pero sin buscar nunca el impacto brusco ni el morbo
truculento, y eso que con las temáticas implicadas hubiera sido muy
fácil caer en ello. El director apuesta más por una mirada limpia,
inocente, cercana a la de Theo, para derrumbar los muros de la misma
sociedad se ha autoimpuesto con el tiempo.
Además,
la historia va ganando enteros según vamos viendo evolucionar tanto
a Fred como descubriendo datos sobre la misteriosa vida de Theo, y es
imposible no sentir complicidad tras ver ese dúo que organiza
fiestas para niños de la forma más sencilla pero efectiva que lo
hacen.
Por
mi parte, pienso que sería un error quedarse únicamente con la
visión de que la película es una crítica a la religión, puesto
que se trata más sobre una película sobre la aceptación personal,
el estar a gusto con uno mismo, como ya se puede observar al final de
la película.
La
fotografía de Dennis Wielaert ofrece un look retro encantador,
acentuando su aspecto de cuento moralista, que convierte la historia
en una narración atemporal. La ceremoniosa repetición de patrones y
la celestial música de Bach imprimen carácter a la obra y contrasta
perfectamente con la hilaridad y el humor de algunas situaciones,
creando un ambiente único muy destacable.
Matterhorn
supone así un grato encuentro con la filmografía holandesa y con un
relato fabuloso en ambos sentidos, que aúna crítica, diversión y
emoción en su justa medida, sin empalagar ni hacer uso de gracias
trasnochadas. Una inteligente propuesta que bien merece el visionado
del espectador ávido de esas producciones europeas más atrevidas y
originales que lo que suele depararnos por lo general la cartelera
común.
7,5/10
No hay comentarios:
Publicar un comentario