martes, 22 de abril de 2014

Matterhorn. "I Am What I Am".

Título original:
Matterhorn
Año:
2013
Fecha de estreno:
25 de Abril de 2014
Duración:
87 min
País:
Países Bajos (Holanda)
Director:
Diederik Ebbinge
Reparto:
Ton Kas, René van 't Hof, Ko Aerts, Kees Alberts, Lucas Dijker, Porgy Franssen, Alex Klaasen, Elise Schaap, Ariane Schluter
Distribuidora:
Sherlock Films


Es una pena que el cine neerlandés esté tan poco difundido en nuestro país, porque da la impresión de que, por lo poco que nos llega, nos estamos quedando sin ver algunas cuantas películas interesantes. Estrenos como los de Kauwboy y Nada personal, o Wolf de Taihuttu, que dicen que es un thriller que promete mucho (y ojalá alguien se atreva a estrenarla aquí). Y ahora Matterhorn, que viene avalada por la Seminci, viene de nuevo a reivindicar el cine de los Países Bajos.
Diederik Ebbinge en su primer trabajo en el largometraje no puede haber estado más acertado, un ejercicio atrevido utilizando sabiamente prejuicios preestablecidos sobre la religión o la homosexualidad para formar un canto a la tolerancia, sin que su discurso trate realmente ni sobre la religión ni sobre la homosexualidad como tema central.

La historia nos sitúa en un pequeño pueblo sumido en la fe neocalvinista. En él vive Fred, un viudo con una vida rutinaria y sencilla, un tanto aburrida desde que vive solo. Todo cambiará con la llegada de Theo al pueblo, un hombre con la mentalidad de un niño al que Fred acoge en modo paternal para cuidar y educar a su manera.
La relación entre Theo y Fred es el gran epicentro de la historia, por lo que requería de dos actores que fueran capaces de adueñarse de los sentimientos del espectador, cosa que consiguen loablemente tanto René van't Hof como Theo como Ton Kas en el papel de Fred.


Ebbinge sabe presentar los hechos, introduciéndonos en la vida de Fred antes de la llegada de Theo, que con un simple trayecto y con cuatro gestos del personaje ya intuimos lo poco activa y desmoralizante vida que lleva. Un guión inteligente que sabe ser graciosa y trascendente al mismo tiempo, pero sin buscar nunca el impacto brusco ni el morbo truculento, y eso que con las temáticas implicadas hubiera sido muy fácil caer en ello. El director apuesta más por una mirada limpia, inocente, cercana a la de Theo, para derrumbar los muros de la misma sociedad se ha autoimpuesto con el tiempo.
Además, la historia va ganando enteros según vamos viendo evolucionar tanto a Fred como descubriendo datos sobre la misteriosa vida de Theo, y es imposible no sentir complicidad tras ver ese dúo que organiza fiestas para niños de la forma más sencilla pero efectiva que lo hacen.

Por mi parte, pienso que sería un error quedarse únicamente con la visión de que la película es una crítica a la religión, puesto que se trata más sobre una película sobre la aceptación personal, el estar a gusto con uno mismo, como ya se puede observar al final de la película.
La fotografía de Dennis Wielaert ofrece un look retro encantador, acentuando su aspecto de cuento moralista, que convierte la historia en una narración atemporal. La ceremoniosa repetición de patrones y la celestial música de Bach imprimen carácter a la obra y contrasta perfectamente con la hilaridad y el humor de algunas situaciones, creando un ambiente único muy destacable.


Matterhorn supone así un grato encuentro con la filmografía holandesa y con un relato fabuloso en ambos sentidos, que aúna crítica, diversión y emoción en su justa medida, sin empalagar ni hacer uso de gracias trasnochadas. Una inteligente propuesta que bien merece el visionado del espectador ávido de esas producciones europeas más atrevidas y originales que lo que suele depararnos por lo general la cartelera común.

7,5/10

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