domingo, 18 de marzo de 2018

Jeannette, la infancia de Juana de Arco. Los misteriosos caminos de Dumont.




Título original:
Jeannette, l'enfance de Jeanne d'Arc
Año:
2017
Fecha de estreno:
16 de Marzo de 2018  
Duración:
115 min
País:
Francia
Director:
Bruno Dumont
Reparto:
Aline Charles, Jeanne Voisin, Lise Leplat Prudhomme, Lucile Gauthier,Victoria Lefebvre
Distribuidora:
La Aventura Audiovisual



Un nuevo Cannes se acerca. Pronto conoceremos una nueva selección de aquél que no ha dejado de ser el más importante festival de cine del mundo, a pesar de que el concepto de “cine importante” hace tiempo que se separó irreconciliablemente del de buen cine. Hoy nos toca hablar de la tardíamente estrenada Jeannette, y es imposible abordar su análisis sin pensar en torno a la ausencia de su director, el cada vez más inclasificable Bruno Dumont, de las principales listas que se animan a predecir las seleccionadas al gran festival. ¿Cuánto tuvo que ver la incomodidad generada por este deforme y poco glamoroso musical con el hecho de que Dumont haya desaparecido de la mira de un festival del que supo ser niño mimado? La particularidad de Jeannette como obra y el momento específico en que se estrena, nos empuja a reflexionar un poco sobre el lugar que ocupa en este momento histórico del cine europeo.

Decía San Agustín que el que canta, ora dos veces; por eso debemos entender que una película que adapta la infancia de la famosa Juana de Arco desde un texto tan espiritual como el del poeta Charles Peguy no podía ser otra cosa que un musical. Y es que “El misterio de la caridad de Juana de Arco”, el texto del que salen la mayoría de los diálogos casi textuales, es una plegaria constante de una Juana asaltada por la duda y la desesperación que pretende figurar el momento más oscuro en que todo cristiano duda de su fe por lo terrible de las circunstancias. A Dumont no le tiembla la mano a la hora de adaptar esto tal cual pero resulta evidente que la Juana de Peguy le reza a un Dios muy diferente que la de su contraparte cinematográfica. La última gran obra del director de “La Vida de Jesús” reemplaza el órgano por las guitarras eléctricas, el gregoriano por distintos estilos de hardrock y todo el conjunto de expresiones corporales que acompañan la oración por un ballet experimental coreografiado por Philippe Decouflé, un coreógrafo cuya visión estética emparenta tanto con los nuevos caminos elegidos por Dumont que se hace difícil pensar que será la última vez que trabajen juntos. Así es como Jeannette logra ser irreverente y blasfema sin modificar ni una letra del texto original: no se busca quitarle la religiosidad a la historia de Juana, sino cambiar el destino hacia el que esa religiosidad la lleva. De esta manera la obra se vuelve escurridiza e incómoda a los ojos de un espectador muy acostumbrado a planteos obvios y gruesos (y no, no me refiero a la fauna habitual de las salas comerciales, sino al publico de festivales, tan adicto a celebrar planteos de infantil nihilismo como grandes reflexiones sobre el mundo).




Si hay un motivo por el cual la historia de Juana de Arco es una de las más adaptadas por el cine de todos los tiempos, es por lo fácil que es actualizar las ideas en torno a las que trata: que la santa sea una mujer guerrera que rompe todo un status quo por orden de Dios, es una historia ambigua e incómoda de contar en un entorno conservador como suele ser la iglesia. Por ello es favorita a la hora de crear tanto épicas modernas, como críticas a un sistema de creencias. A Dumont le interesa, como a todos, retomar estas ideas claves y polémicas del mito de Juana y en “Jeannette” aparecen como el principal manifiesto político de la obra. El rezo de Dumont a este Dios indeterminado no pretende ser un rezo políticamente estéril, sino un plan de acción: a la manera misma en que Juana no se contentaba con esa oración de iglesia que la destinaba a la espera resignada, alejada del foco del problema, Dumont parece advertir a sus pares sobre los peligros de la comodidad creativa. Hay un claro mensaje aquí a toda esa tradición (?) de cine europeo que desde el lejano púlpito de un intelectual iluminado habla de los problemas del mundo sin ser del todo consciente de lo pueril de sus planteos políticos. Y sin embargo, no todo es triunfo en la película de Dumont: el principal fracaso es terminar enredado en lo mismo que se cuestiona, pues donde el director logra subvertir la religiosidad pasiva del texto de Peguy, nunca logra superar el discurso meritocrático al que la figura de la santa elegida por Dios lo lleva inevitablemente. Si la idea de Dumont es cuestionar a los grandes predicadores del cine actual (Los Ostlund y los Lanthimos, por ponerles nombre) para ocupar su lugar como “el iluminado”, su cine seguirá estando más cerca del de ellos que del de Kaurismaki, por poner otro nombre.


Tal es el destino de culto de esta obra inclasificable, que ya hay quien pide secuelas. Aunque estamos en una época en que la idea de “saga”, “secuela” y “serialización” han mutado de forma circunstancial en mala palabra, que el último viraje de Dumont sea hacia una estética más cercana al cómic no vuelve descabellada esta opción. Ciertamente una nueva entrega de las aventuras de su Juana de Arco nos ayudaría a revelar las fundamentales incógnitas que nos plantea el cineasta. ¿Hacia dónde va su cine? ¿Encontrará finalmente al colectivo en sus historias o terminaremos cayendo en cuenta que el Dios de su Jeannette no es el del cine sino él mismo? Este año su secuela de las aventuras de Quinquin podría acercarnos a una respuesta.


8/10

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