Título original:
Lion
Año:
2016
Fecha de estreno:
27 de enero de 2017
Duración:
120 min
País:
Australia / USA / Reino Unido
Director:
Garth Davis
Reparto:
Sunny Pawar, Abhishek Bharate, Priyanka Bose, Dev Patel, Nicole Kidman, Rooney Mara, David Wenham, Khushi Solanki, Divian Ladwa, Keshav Jadhav
Distribuidora:
Diamond Films
Basada en la novela
autobiográfica de Saroo Brierley, Lion es un drama muy
academicista, propio de estas fechas, y así se le ha premiado, de
momento, con 6 nominaciones a los Oscars. El australiano Garth Davis
(quien dirigió gran parte de la primera temporada de Top of the
lake) realiza un drama emotivo sobre un niño de cinco años que
se pierde por las calles de Calcuta, alejado de su madre y hermanos,
y tras un largo viaje, acaba siendo adoptado por una familia
australiana.
Realmente, toda esta
primera parte de la película, previa adopción, es la más
interesante en conjunto, la aventura del joven Saroo sobreviviendo
solo está grabada con soltura y nervio, implicando al espectador y
haciéndole empatizar rápidamente con el protagonista y lo que será
su pasado en la segunda parte de la película. En cambio, la segunda
parte, cuando Saroo crece y tiene el deseo de buscar a su familia
carnal, que en teoría debería ser la más potente, flojea por las
costuras de guión y la conducción a un prefabricado drama de
manual.
Sí, hablamos de una
historia real, pero yo me refiero a cómo se disponen los elementos
narrativos en la película para empujar las emociones del espectador,
en vez de que fluyan. No hay más que observar la relación (de
rigor) entre Dev Patel y Rooney Mara (totalmente desaprovechada en la
película) y su encuentro tan poco veraz para ver de lo que hablo.
Tampoco queda muy bien reflejado el uso del Google Earth, ya que al
final, por cómo se ha rodado, parece más casualidad que un uso
inteligente de esta herramienta. Y es curioso, porque justamente en
esta segunda parte, paradójicamente, es cuando creo que se introduce
en la película el concepto más potente: el de la identidad del
adoptado y su lucha por conocerse a sí mismo, detalle que queda muy
bien simbolizado en ese descubrimiento final de su verdadero nombre.
Atractivo tema que, desgraciadamente, no se desarrolla
satisfactoriamente, pues su director, o quizás los Weinstein en la
producción, están más pendientes de la vertiente emocional y de
ver kleenex en la sala durante la escena final. Esto hace que al
final la película tenga impacto breve en la emoción del espectador,
pero el calado de un charco, es decir, tan pronto como te secas el
agua (las lágrimas) te olvidas de él.
Sí, en segundo plano,
queda un alegato potente a favor de la adopción, ya no como opción
a padres que no pueden tener hijos, sino por valores humanitarios.
Eso representa el personaje de Nicole Kidman (no entiendo muy bien su
nominación, no creo que destaque demasiado) y la película no es un
fracaso, de hecho tiene detalles destacables, pero, sobre todo ahora
con esas seis nominaciones, se le ponen unas expectativas
desmesuradas para lo que en realidad ofrece: un espectáculo
melodramático envasado para consumo rápido. La reflexión poco
importa, cuando debiera ser uno de sus grandes alicientes. Así más que un león, el animal que debería reflejar el alma de Lion sería el gato de Shrek, que pone mirada tierna para ganarse rápidamente el afecto, en vez de desgarrar.
6/10
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