La isla mínima
Año:
2014
Fecha de estreno:
26 de septiembre de 2014
Duración:
105 min
País:
España
Director:
Alberto Rodríguez
Reparto:
Raúl Arévalo, Javier Gutiérrez, Antonio de la Torre, Nerea Barros, Salva Reina, Jesús Castro, Manolo Solo, Jesús Carroza
Distribuidora:
Warner
Todavía habrá quién se queje sobre
la calidad y la rentabilidad del cine español. Esta semana
conocíamos desde Boxoffice.es que el cine patrio ha conseguido la
mayor cuota de pantalla de la historia con un 23,6% gracias, en
parte, a taquillazos como Ocho apellidos vascos o
la reciente El niño. A
esos estrenos tan rentables, podemos sumarle el éxito de crítica y
público de otras como Vivir es fácil con los ojos
cerrados -candidata al Óscar
por España-, La vida inesperada o
10.000 km. En esta
misma línea se sitúa el nuevo trabajo del sevillano Alberto
Rodríguez, La isla mínima, que
ha obtenido reseñas favorables en el Festival de San Sebastián.
Este hecho, unido a que su anterior película Grupo 7
ya gozó de la aprobación de público y críticos, nos hacen
augurarle un venturoso porvenir en la taquilla.
No nos
debemos sorprender de las opiniones positivas vertidas sobre La
isla mínima. Rodríguez se ha
caracterizado por realizar un tipo de cine directo, sin ambages,
capaz de cautivar al respetable donde se entremezcla un ambiente
cotidiano de los barrios bajos con intrigas policiales -al menos en
sus últimos trabajos. Grupo 7
contiene muchas similitudes con La isla mínima, película que depura
los errores cometidos en aquella. A nivel psicológico, ambas nos
hablan del cambio de actitud de los protagonistas, de la redención
personal a causa del caso que están investigando. En La
isla mínima tenemos a dos
policías castigados por sus superiores a trabajar en un pequeño
pueblo sevillano. Por un lado está Pedro (Raúl Arévalo); un hombre
íntegro, de ideas progresistas y, por otro, Juan (Javier Gutiérrez);
un policía de métodos arcaicos, más rudos y violentos. Juntos
tendrán que resolver el asesinato de dos hermanas adolescentes.
Alberto Rodríguez, con un thriller que
bebe directamente de películas como la coreana Memories of
murder, construye una trama de intrigas y sospechas, de jugar a
buscar las piezas para completar un difícil rompecabezas; una
película que recuerda a a un tipo
de cine negro donde el espectador se involucra con los protagonistas
para reconstruir -y resolver- un crimen. Y el pulso narrativo que le
imprime el realizador a esta historia clásica de detectives resulta
atrayente con ese ritmo pausado e intrigante. No sólo eso, la
fotografía y la iluminación, tal como ya resaltara en Grupo
7, se centra en realzar la
fealdad del paisaje. A pesar de ocurrir en un espacio abierto, la
isla es un lugar pequeño, asfixiante. Rodríguez juega con el
espacio y las inclemencias meteorológicas para introducir ese
elemento de opresión, de sentirte atrapado.
A todo esto hay que añadirle la
ambientación temporal de la película. Estamos en 1980, cuando
convivían los vestigios del franquismo con los primeros síntomas de
democracia, en un pueblo muy rural, anclado en el pasado. Podemos ver
una España dividida, convulsa, marcada por la miseria en un
pueblecito donde los lugareños se enfrascan en una huelga laboral
para conseguir unas condiciones salariales dignas mientras conviven
con unos terratenientes ricos. Los dos policías foráneos también
representan esas dos Españas. Así, esa marisma donde se desarrolla
la historia adquiere ese cariz duro e inhóspito en muchos sentidos.
Por eso, cuando la actitud de Pedro comienza a contagiarse de la
metodología de su compañero -vaya, otra coincidencia con Grupo
7-, nos parece una consecuencia
lógica de la crudeza ambiental.
El diseño de personajes mejora también
con respecto a Grupo 7, sobre
todo en las motivaciones, en los cambios temperamentales o las
acciones de los protagonistas. A la madurez en este sentido del
guión, le agregamos un acierto de cásting -repite alguno, como el
magnífico Antonio de la Torre, aquí en un pequeño papel como padre
atormentado de las niñas- con unas actuaciones principales
convincentes de Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez marcados por la
intensidad de sus personajes. Arévalo se desenvuelve con la misma
facilidad y soltura en cualquier tipo de papel. Da igual que sea un
rol cómico -Los amantes pasajeros, Primos-,
dramático -La vida inesperada-
o una historia de suspense clásico como ésta. Vuelve a haber
personajes secundarios “curiosos” aunque en un nivel menos
fáunico que en Grupo 7 y
mejor o peor dibujados, todos tienen un lugar importante en la
narración en este bien hilvanado juego de sospechas y portentoso
thriller.
8/10
No hay comentarios:
Publicar un comentario