Wish I was here
Año:
2014
Fecha de estreno:
12 de septiembre de 2014
Duración:
106 min
País:
Estados Unidos
Director:
Zach Braff
Reparto:
Zach Braff, Kate Hudson, Josh Gad, Joey King, Pierce Gagnon, Mandy Patinkin, Jim Parsons
Distribuidora:
Vértigo
Tras una corta pero intensa campaña de
crowdfunding para financiar
su nuevo proyecto, Zach Braff vuelve a ponerse tras las cámaras.
Braff escribe el guión -esta vez junto a su hermano mayor, Adam-,
dirige y protagoniza Ojalá estuviera aquí.
Vamos, una especie de Juan Palomo, como ya hiciera en su debut
direccional hace diez años con la aplaudida Garden State,
sin embargo, Braff parece haberse estancado y no demuestra
crecimiento tras las cámaras. Porque Ojalá estuviera aquí
se asemeja a una continuación lógica, años después, del personaje
principal de Garden State. Ambos
comparten la característica de estar desorientados, en un punto de
no retorno; ambos tienen un padre con carácter y han perdido a su
madre. Difieren en la paternidad.
En
esta ocasión, el personaje de Braff es Aidan, un padre treinteañero
aún en la incesante búsqueda de la felicidad persiguiendo su sueño
como actor a pesar de tener otras obligaciones en la vida. Cuenta con
el apoyo de su mujer (Kate Hudson) aunque ese pilar comienza a
tambalearse cuando la educación de sus dos hijos se pone en
entredicho. Gracie (Joey King) y Tucker (Pierce Gagnon) van a una
escuela privada judía costeada por el abuelo (Mandy Patinkin) a
quien el cáncer ahoga sin remisión. El abuelo decide seguir un
tratamiento experimental carísimo que le obliga a dejar de pagar el
colegio a sus nietos. Así, Aidan decide dar clases en casa a sus
hijos lo cual servirá de estimulante a este inmaduro, soñador y
utópico personaje ante la crisis existencial acrecentada por la
inminente muerte de su padre.
La
película está planteada de manera que el protagonista se redescubra
y logre una madurez personal plena. Se trata de un drama tintado de
sentimentalismo, comedia tonta y elementos fantasiosos -estos últimos
tratarán de funcionar como un revulsivo, con significado metafórico.
Pero esos tres colores no terminan de combinar en Ojalá
estuviera aquí pues Braff los
mezcla sin la maestría y la frescura perenne (según algunos) de su
opera prima. Su segunda película transita por caminos mil veces
escrutados en otras propuestas de género similar, sobre todo en el
tercio final. No puede ocultar su tendencia a la previsibilidad, al
lagrimeo. Intenta aportar frescura con ese toque indie y las escenas
de supuesta “locura”, de “vivir la vida” que acaban
resultando insertos inútilmente excéntricos para resaltar la
peculiaridad de unos personajes “únicos”.
Unos
personajes que no son lo suficientemente sólidos ni se hacen querer,
en especial ese protagonista cabezota. De hecho, las subtramas cuajan
a medio gas mientras enmascaran aún de más clichés o
excentricidades absurdas la historia (como todo el rollo del hermano
friki que no se habla con el padre o lo del acoso laboral a la esposa
de Aidan). Asimismo encontramos pequeños detalles fuera de lugar
como lo del rabino motorizado. No obstante, y pese a que se vea a
leguas su intención final, hay un par de momentos potentes.
Destacamos la interpretación de Kate Hudson (sí, en serio) y la de Mandy
Patinkin así como la intensa (y melodramática) escena que ambos comparten en el
hospital. En conclusión, nos queda una propuesta bienintencionada
en su base pero con escaso calado emocional ya que se le ven las
costuras a la hora de aleccionarnos sobre la vida y la continua
amenaza de la muerte. Es inevitable compararla con Garden
State en muchos aspectos
-también en la banda sonora, plagada de temas indies- y, por esa
razón, para la mayoría Ojalá estuviera aquí
será una rotunda decepción.
5/10
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