Título original:
The selfish giant
Año:
2013
Duración:
93 min
País:
Reino Unido
Director:
Clio Barnard
Reparto:
Conner Chapman, Shaun Thomas, Sean Gilder, Lorraine Ashbourne, Ian Burfield, Steve Evets, Siobhan Finneran, Ralph Ineson
A
partir de los años 90 y con Ken Loach como máximo exponente (no en
vano es heredero directo del Free Cinema),
proliferaron las películas de realismo social en el Reino Unido. En
gran parte, era la respuesta cinematográfica a las políticas
constrictivas de la Dama de Hierro para con las clases bajas y más
desfavorecidas. Durante su mandato, la pobreza en su país aumentó
considerablemente, dejando a muchas personas en situaciones muy
precarias. Ken Loach o Stephen Frears se erigieron como retratistas
de esa sociedad más marginal en aras de comprometerse con ellos y
denunciar su situación. Sin grandes alardes técnicos ni historias
rimbombantes, se
dedicaban a mostrar la vida tal cual era; sólo las tragedias
cotidianas de un grupo de gente en riesgo de exclusión social. Desde
entonces, muchos cineastas británicos han optado por acercarnos esa
realidad cruda donde las desigualdades, el paro, la criminalidad o
los prejuicios están a la orden del día.
The
selfish giant
sigue la estela marcada por el realismo social británico. Se trata
de la primera película de ficción de su directora Clio Barnard. Se
presentó en la Quincena de Realizadores de Cannes en 2013 donde
obtuvo el premio Label Europa Cinemas. Su estilo mezcla aura
documental con una historia ficcionada, basada muy libremente en el
relato homónimo de Óscar Wilde. Poco tiene que ver con el cuento de
hadas de Wilde esta película más allá de la metáfora sobre el
egoismo, aquí representado en una sociedad capitalista capaz de
transformar hasta el alma más pura en un sucio codicioso. Ni la
belleza ni la bondad tienen cabida en el turbio retrato de dos
adolescentes de los barrios bajos en el pueblo de Bradford, aunque se atisbe una especie de
redención.
The
selfish giant sigue
los avatares de dos jóvenes amigos de unos 12 ó 13 años que han sido
expulsados de la escuela. Arbor es hiperactivo y anda siempre
metiéndose en líos. Swifty es su mejor amigo; un bonachón
grandullón cuyos padres se encuentran en una situación económica
precaria. Mientras están expulsados del colegio trabajan para
Kitten, un chatarrero local, con el afán de ganar mucho dinero para
sus familias. Arbor se irá convirtiendo en un chico avaricioso, sólo
le importará el dinero a cualquier precio mientras que Swifty se
sentirá atraído por los caballos que también posee Kitten. Estos
intereses dispares de los muchachos confluirán en un aumento de la
tensión entre ellos, con su punto álgido en la escena del caballo y
el cable eléctrico.
Este
tipo de cine nos lleva a valorarlo más por su grado de
responsabilidad social. En ese aspecto, el film de Barnard se
concentra en mostrar cómo unos jóvenes marginados se ven obligados
a sobrevivir y delinquir día a día en un entorno hostil sin alardes
de compasión hacia ellos y, aunque sea un tema muy manido en el cine
británico, logra introducirnos en la trama gracias a la cercanía de
su estilo realista. El entorno industrial gris, frío y sucio aporta
ese toque de crudeza extrema hacia lo que estamos viendo. Asimismo,
el uso de actores no profesionales le confiere aún un tono más
auténtico. Los dos niños (Conner
Chapman y Shaun Thomas), en su primer papel cinematográfico,
consiguen transmitir esa aspereza en sus vidas. Dos vidas rotas por
la precariedad de su ambiente cuya meta es tan sólo prosperar y, en
el camino, uno de ellos vivirá de primera mano la corrupción del
dinero.
Irremediablemente,
el visionado de The
selfish giant
nos rememora (a parte de al ya mentado Ken Loach con Kes
o
Felices
Dieciséis)
a otros filmes contemporáneos como Ratcatcher
de
Lynne Ramsay o a This
is England de
Shane Meadows por su manera de recoger la esencia del estilo de vida
británico en su área más marginal, incluido el
marcado acento al hablar de los barrios bajos.
Que sí, que es algo ya muy visto pero funciona. Barnard compone una
historia que transcurre sin rodeos, sin novedades, hacia una parte
final trágica que podría haber sido más redonda si no se hubiese
alargado en exceso.
7/10
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