jueves, 23 de enero de 2014

The selfish giant. Los chatarreros de Bradford.




Título original:
The selfish giant
Año:
2013
Duración:
93 min
País:
Reino Unido
Director:
Clio Barnard
Reparto:
Conner Chapman, Shaun Thomas, Sean Gilder, Lorraine Ashbourne, Ian Burfield, Steve Evets, Siobhan Finneran, Ralph Ineson






A partir de los años 90 y con Ken Loach como máximo exponente (no en vano es heredero directo del Free Cinema), proliferaron las películas de realismo social en el Reino Unido. En gran parte, era la respuesta cinematográfica a las políticas constrictivas de la Dama de Hierro para con las clases bajas y más desfavorecidas. Durante su mandato, la pobreza en su país aumentó considerablemente, dejando a muchas personas en situaciones muy precarias. Ken Loach o Stephen Frears se erigieron como retratistas de esa sociedad más marginal en aras de comprometerse con ellos y denunciar su situación. Sin grandes alardes técnicos ni historias rimbombantes, se dedicaban a mostrar la vida tal cual era; sólo las tragedias cotidianas de un grupo de gente en riesgo de exclusión social. Desde entonces, muchos cineastas británicos han optado por acercarnos esa realidad cruda donde las desigualdades, el paro, la criminalidad o los prejuicios están a la orden del día.

The selfish giant sigue la estela marcada por el realismo social británico. Se trata de la primera película de ficción de su directora Clio Barnard. Se presentó en la Quincena de Realizadores de Cannes en 2013 donde obtuvo el premio Label Europa Cinemas. Su estilo mezcla aura documental con una historia ficcionada, basada muy libremente en el relato homónimo de Óscar Wilde. Poco tiene que ver con el cuento de hadas de Wilde esta película más allá de la metáfora sobre el egoismo, aquí representado en una sociedad capitalista capaz de transformar hasta el alma más pura en un sucio codicioso. Ni la belleza ni la bondad tienen cabida en el turbio retrato de dos adolescentes de los barrios bajos en el pueblo de Bradford, aunque se atisbe una especie de redención. 
 

The selfish giant sigue los avatares de dos jóvenes amigos de unos 12 ó 13 años que han sido expulsados de la escuela. Arbor es hiperactivo y anda siempre metiéndose en líos. Swifty es su mejor amigo; un bonachón grandullón cuyos padres se encuentran en una situación económica precaria. Mientras están expulsados del colegio trabajan para Kitten, un chatarrero local, con el afán de ganar mucho dinero para sus familias. Arbor se irá convirtiendo en un chico avaricioso, sólo le importará el dinero a cualquier precio mientras que Swifty se sentirá atraído por los caballos que también posee Kitten. Estos intereses dispares de los muchachos confluirán en un aumento de la tensión entre ellos, con su punto álgido en la escena del caballo y el cable eléctrico.

Este tipo de cine nos lleva a valorarlo más por su grado de responsabilidad social. En ese aspecto, el film de Barnard se concentra en mostrar cómo unos jóvenes marginados se ven obligados a sobrevivir y delinquir día a día en un entorno hostil sin alardes de compasión hacia ellos y, aunque sea un tema muy manido en el cine británico, logra introducirnos en la trama gracias a la cercanía de su estilo realista. El entorno industrial gris, frío y sucio aporta ese toque de crudeza extrema hacia lo que estamos viendo. Asimismo, el uso de actores no profesionales le confiere aún un tono más auténtico. Los dos niños (Conner Chapman y Shaun Thomas), en su primer papel cinematográfico, consiguen transmitir esa aspereza en sus vidas. Dos vidas rotas por la precariedad de su ambiente cuya meta es tan sólo prosperar y, en el camino, uno de ellos vivirá de primera mano la corrupción del dinero.


Irremediablemente, el visionado de The selfish giant nos rememora (a parte de al ya mentado Ken Loach con Kes o Felices Dieciséis) a otros filmes contemporáneos como Ratcatcher de Lynne Ramsay o a This is England de Shane Meadows por su manera de recoger la esencia del estilo de vida británico en su área más marginal, incluido el marcado acento al hablar de los barrios bajos. Que sí, que es algo ya muy visto pero funciona. Barnard compone una historia que transcurre sin rodeos, sin novedades, hacia una parte final trágica que podría haber sido más redonda si no se hubiese alargado en exceso.


7/10

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