Ha pasado poco tiempo
pero en los términos del “tiempo-netflix” parece que fuera mucho más: con
Narcos parece que la reseña llega tarde pese a hacer poco más de un mes apenas
que se estrenó. Aceptamos la regla del juego; aceptamos que mi incapacidad de seguir
el frenético ritmo de las producciones televisivas provoca que llegue siempre
tarde a la fiesta, y eso es lo que ha hecho que normalmente reniegue de
comentar las producciones de esta plataforma que están destinadas a una explosión
comercial más visible. Sin embargo, y más allá de que el nuevo juguete
mediático de la plataforma “Luke Cage” parece indicar que el tiempo de hablar
de Narcos ha expirado, haber reseñado aquella primera temporada me deja con la responsabilidad de reseñar el cierre de este
díptico sobre la vida de Pablo Escobar englobado en esta serie que parece haber aceptado el complejo reto de abarcar la vida de los Narcos colombianos en su
totalidad.
En su día dijimos de
la serie de José Padilha y compañía había buscado el equilibrio entre el
entretenimiento al más puro estilo norteamericano, (aprovechando la popularidad
ascendente de los malos carismáticos en las series de televisión) y la mirada
crítica de un latino a la invasión extranjera que resultó de la funesta caza de
Escobar. La primera nota que destaca en esta segunda temporada es que ese
equilibrio parece perderse en función de los fuegos artificiales, de los golpes
de efecto y de la manipulación de los hechos en favor del dramatismo. No hay
que equivocarse y pensar que eso no estaba en la primera temporada, sin embargo
la profundidad de la crítica política en esta segunda parte queda enterrada
bajo kilos y kilos de momentos top de tensión y acción terrorista que ha
“reducido” (lo pongo entre comillas porque esto no es nada malo) el espectáculo
al puro entretenimiento intrascendente con toques que rozan la fantasía (el
agente de la CIA presentado casi como un fantasma conspirador es el corolario).
No hay mucha diferencia entre la propuesta de Narcos y las grandes obras de gánsteres
o de espías clásicas americanas, que eran tan maravillosamente entretenidas
(algunas hasta obras maestras) como inútiles para entender la realidad social
en las que sucedían los acontecimientos, o a los países que se involucraban los
personajes. No puedo dejar de pensar en “Con la muerte en los talones” (salvando
las enormes distancias de calidad) como la mejor manera de explicar con qué
tipo de entretenimiento estamos tratando. Y este es el primer mandamiento que
todo el que se acerque a Narcos no puede dejar de cumplir: Por mucho que la
serie se vista de un traje de trascendencia no puedes esperar entender la
compleja realidad del narcotráfico en la región ni mucho menos lo que significó
para Colombia la invasión norteamericana; la serie es pura explosión “palomitera”
de la buena. Una forma de resumirlo mejor sería decir que esto es probablemente
lo más cercano que tenemos a lo que Padilha quería hacer con Robocop, y que no
le hayan permitido experimentarlo demuestra lo mal que está ese sector más
rancio del Hollywood actual a la hora de reconocer un buen negocio.
Quizá lo peor de esta
segunda temporada de Narcos es que se acaba el gas para explorar en los
personajes principales, hasta el punto de que el propio Escobar queda un tanto
desdibujado. Ciertamente, aunque la serie no se siente estirada para nada, esta
segunda temporada bien pudo estar anexada a la primera como clímax dramático de
la persecución de Escobar. Realmente no había nada que mostrar más allá del
festival de luces de una persecución agobiante y maravillosamente llevada que
nos tiene pegados a los asientos durante 10 episodios. Y se podrá decir que es
suficiente, pero la carencia se nota mucho cuando estos personajes
(especialmente los del “lado bueno” que ya eran lo peor de la primera
temporada) aparecen por momentos desfilando ante la cámara sin mucha más
motivación que los caprichos de titiritero. Ni Peña saltándose los
procedimientos legales, ni Murphy cayendo lentamente en la espiral de violencia
del país, ni el pobre intento de acercar humanidad al personaje de Pablo en los
últimos episodios, son tramas que dejen pozo porque a la serie apenas le
importan. Son meros trámites a cumplir para recordarnos lo que ya se contó en
la primera temporada.
Otro detalle son las
serias dudas que deja este final de cara al futuro de la ficción. ¿No es una
contradicción acaso haber tomado este explosivo camino durante la segunda
temporada sabiendo que la salida de Escobar del primer plano deja huérfana a la
serie de su figura emblemática y su principal reclamo comercial? ¿Acaso no es
el cartel de Cali, tal y como nos lo han mostrado, todo lo contrario a lo que
la serie nos ha definido como entretenido? ¿Podrá sobrevivir la serie al final del capítulo más llamativo y abordar aquellos que tuvieron menos repercusión mediática con la misma efectividad? ¿O es que el cambio de status quo al
final de la temporada provocará cambios radicales en la forma en que la ficción
se entiende a sí misma?
Pero al César lo que
es del César. En su momento, el final de la primera temporada había dejado
serias dudas sobre qué camino iban a tomar y sin embargo Narcos cerró el
capítulo Escobar con uno de los espectáculos más inolvidables de los que tenga
memoria este año. Wagner Moura ha vuelto a la piel del líder criminal con el
mismo acierto que antes y con mejor castellano, mientras que Damián Alcázar
pone todo su potencial en el personaje de Gilberto Orejuela, el hombre que está
llamado a ser el malo de las próximas entregas. Aunque no ha dirigido ningún episodio
este año, el estilo de Padilha y su amor por los tensos planos secuencias está
muy presente para dotar a la serie de un virtuosismo único.
Podemos confiar en
que se encontrará la forma de abordar a los nuevos personajes de una forma
adecuada pues al fin y al cabo Netflix sigue demostrando que es una máquina de
fabricar éxitos. Aunque cada vez queda más en evidencia que sus series están
pasando por las manos de asesores de marketing más de lo debido, diría con toda
seguridad que la serie continuará su éxito el próximo año y que seguramente
estaremos hablando de ella.
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