Elegida
el pasado 19 de octubre para inaugurar la 58º edición de la Seminci
de Valladolid, Todos queremos lo mejor para ella supone
la vuelta de Mar Coll tras su prometedor debut Tres días
con la familia. Recibida con
tímidos aplausos y cierto “desconcierto”, el mismo que traía
por título la película provisionalmente pero que al final cambió
al actual, su singularidad radica en los rasgos que ya se veían en
su anterior película, una frialdad y transparencia al tratar temas
familiares que en principio pueden dejar a más de uno fuera de la
trama, pero que si se hace un ejercicio de empatía y se conecta con
los personajes, se vislumbra que tras esa capa exterior, anida
multitud de matices vivos y ricos que hacen las delicias de
espectador más avispado.
Espléndida
Nora Navas, como reina de la función, aportando tanto el tomo
dramático como el cómico cuando Coll se lo requiere, haciendo de
este cuadro de sensaciones una tragicomedia de la vida. En este
aspecto, la banda sonora también ayuda a quitar hierro al asunto,
centrando sus acordes a subrayar los momentos más alocados en las
acciones de Geni.
El
segundo largometraje de Mar Coll nos narra la vida de Geni tras un
peligroso accidente automovilístico que casi le cuesta la vida y le
ha dejado secuelas en su rodilla. Pero aparte de estas secuelas
físicas, su difícil recuperación y reincorporación al mundo
laboral, el accidente despierta en ella la sensación de reconducir
su vida, de disfrutar de ella y ver mundo como deseaba a los 18 años,
pero que, también por accidentes de la vida, no pudo ir de viaje con
su amiga del alma Mariana. Y es justo cuando se encuentra de nuevo
tras tantos años con ella en una entrevista de trabajo que su mundo
interior perderá el norte y deberá luchar por lo que considera “lo
mejor para ella”.
Y
es que justamente uno de los grandes puntos de interés de la
historia radica en la frase que da nombre a la película. Sus
familiares, ella misma, los espectadores incluso... todos queremos
los mejor para Geni, pero... ¿Quién sabe qué es lo mejor para
ella? Cada uno la empuja y la aconseja hacia lo que buenamente creen
que le será mejor, pero nadie sabe a ciencia cierta qué le hará
más feliz a través de los años, si la estabilidad económica, el
disfrute de sacarse la espitita que tiene clavada desde el pasado...
Geni solo sabe que en su interior no hay paz y que tiene que hacer
algo antes de que sea demasiado tarde.
Así,
la cicatriz del accidente responde a su vez al reflejo de la cicatriz
interior por no haber podido viajar junto a Mariana. Y el inteligente
guión se encarga de hacernos ver que la misma Mariana quiere sentar
cabeza y ya no le sirve ser una trotamundos, para que no haya
malentendidos con el espectador. No hay una solución buena o mala,
todo tiene sus riesgos y Geni deberá arriesgar para ser feliz. Así,
dos mundos distintos, el de la burguesía catalana de la familia de
Geni y la bohemia Mariana. Y Mar Coll no se posiciona con ninguno,
deja ver los vacíos legales en la forma de vida de cada uno. Por
ello me parece un guión inteligentemente planteado, sin maniqueismos
ni enseñanzas morales, sólo una película sencilla, bien planteada,
con buena ejecución tras las cámaras y un trasfondo reflexivo sin
posicionamiento.
Mar
Coll, que ingresó a los 18 en la ESAC y terminó sus estudios con el
cortometraje La última polaroid, a
sus 32 años sabe que se espera mucho de ella, sobre todo tras su
debut en el largometraje, Tres días con la familia,
que le otorgaron un Goya, aparte de triunfar en Málaga y los premios
Gaudí.
Con
Todos queremos lo mejor para ella
sigue demostrando que en España hay buenos directores emergentes con
mucho que contar y con buenas maneras de hacerlo. Esperemos que su
siguiente proyecto siga esta progresión ascendente en la carrera de
la directora catalana.
7/10
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