jueves, 6 de marzo de 2014

Una vida en tres días. Una tarta con ingredientes crudos.

Título original:
Labor day
Año:
2013
Fecha de estreno:
14 de marzo de 2014
Duración:
111 min.
País:
Estados Unidos
Director:
Jason Reitman
Reparto:
Kate Winslet, Josh Brolin, Gattlin Griffith, Tobey Maguire, Tom Lipinski, Clark Gregg, Maika Monroe, J.K. Simmons, James Van Der Beek
Distribuidora:
Paramount


Una vida en tres días está basada en la novela Como caído del cielo de Joyce Maynard, quien ya dio base con sus novelas para otra película: Todo por un sueño, de Gus Van Sant.
No he tenido el placer de leer nada de dicha autora como para saber si el principal problema de la película proviene de su materia prima, pero viendo que parece ser más conocida por sus memorias, donde relata su breve relación con el célebre escritor J. D. Salinger, que por sus propias obras, me hace sospechar un tanto. Llámenlo prejuicios, si quieren.
El caso es que pese a la reticencia por los orígenes de la película, Jason Reitman es un director que sí tenía en cierta consideración, como muchos, y por ello conservaba cierta esperanza de encontrar una película con un mínimo de interés. Y bueno, algo de ello he encontrado, pero según la repaso más en la cabeza, más superflua y poco atractiva me parece.

Jason, hijo de Ivan (famoso, sobre todo, por sus Cazafantasmas), había demostrado una mayor madurez narrativa y mayor pretensión en sus trabajos que su padre, y se había marcado una opera prima de nivel con Gracias por fumar, una sátira de humor muy ácido, nada sensiblera y muy bien medida en todos los aspectos. Con Juno y Up in the air siguió demostrando que no había sido flor de un día, sino que tenía algo que contar y sabía cómo hacerlo, aunque bien es cierto que, personalmente, creo no ha vuelto a llegar al nivel de su debut.
Young adult dividió un tanto a la crítica y público, marcando un poco más el descenso de entusiasmo con sus obras. Pues bien, Una vida en tres días es, sin duda, la peor película del joven director de 36 años, lo que no quiere decir necesariamente que sea un completo desastre, pero sí una gran decepción.


La película nos sitúa en el caluroso verano de 1987. Adèle es una mujer separada y con la autoestima muy baja. Se ha vuelto asocial y apenas sale de casa, debido a su bloqueo emocional. Henry es su hijo de 13 años que la cuida y que, obligado por las circunstancias, ha debido madurar antes de tiempo, aunque en el fondo siga siendo un niño. Quiere ayudar a su madre pero sabe que en su interior hay un vacío que no puede llenar él. Un día la convence para ir de compras al supermercado, y justo ese día es cuando los avatares de la vida les cambiarán para siempre, al cruzarse sus vidas con el fugitivo Frank, que les obliga a llevarlo a su casa para esconderlo.

Con esta premisa, intuimos acertadamente que habrá un toque de intriga en la trama, aparte del tono romántico que se nos vende tanto en el trailer como en el cartel publicitario. El problema es que ninguno de los dos tiene la suficiente fuerza como para sostener la trama. La intriga es muy blandita y previsible, y el romance muy meloso e inverosímil. Sobre todo esto último decepciona especialmente viniendo de Jason Reitman, pues justamente sus películas venían siendo todo lo contrario, con componentes irreverentes y toques de humor que convertían sus guiones en historias mordaces muy disfrutables.
La relación entre Frank y Adèle se nota demasiado forzada y muy poco natural, como si se quisiera entrar demasiado pronto en materia, lo que hace que no funcione bien. Y no porque no le echen ganas Josh Brolin y Kate Winslet, de hecho, es el empeño de su reparto lo que hace que tenga algo donde rascar la película, al igual que el pequeño Gattlin Griffith, quien vimos junto a Angelina Jolie en El intercambio.
Los constantes flashbacks que nos explican (innecesariamente a mi modo de ver, pues resta punto a la parte de la intriga) los orígenes de Frank y el por qué de su condición de ex convicto tienen poca fuerza y hacen la narración pesada. Además de los secundarios, en especial la trama de Mandy (la joven en la que se fija Henry) se notan como meros apuntes fuera de guión, y que, en especial esta historia de los dos jovencitos, de la forma en que se ha tratado, estorba más que ayuda en la trama, pues desvía la atención de la familia.


Hay detalles de cierto mino y esmero, como la elaboración de la tarta, pero sin la suficiente identidad propia como para ser recordados, y mucho menos como para luego ser utilizados más adelante por la propia película.
En general nos encontramos ante un guión que no da la talla, que se ha quedado en la superficie, justo cuando lo que intenta tratar habla de lo más profundo del ser humano, las emociones y el deseo. Un Reitman irreconocible por lo poco personal del proyecto, la ausencia de humor o crítica en su retrato y la complaciente historia hecha para agradar superficialmente, pero no para enamorar.

6/10

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