Título original:
Three Billboards Outside Ebbing, Missouri
Año:
2017
Fecha de estreno:
12 de Enero de 2018
Duración:
112 min
País:
Estados Unidos
Director:
Martin McDonagh
Reparto:
Frances McDormand, Woody Harrelson, Sam Rockwell, Lucas Hedges,Peter Dinklage, John Hawkes, Abbie Cornish, Caleb Landry Jones
Distribuidora:
Fox
Aunque uno se
esfuerce por esquivar la temática de los Oscar a la hora de analizar las
películas que se están batiendo por el máximo galardón en estos meses (sobre todo
porque los motivos que encaminan o descartan una película de la carrera poco y nada
tienen que ver con el cine) llega un punto en que es inevitable tocar el tema. Para empezar, “Tres
anuncios en las afueras” no existiría como tal si no existiera un mecanismo de
premiación que validara la forma en que se ha decidido abordar la compleja
historia que trata. En otras palabras, Martin McDonagh jamás hubiese hecho algo
tan diametralmente distinto (en parte) a lo que había hecho en Siete Psicópatas
(película interesante y nada premiable), si aquellos que le han puesto dinero a
la idea no hubiesen pretendido premios como rédito. Es por eso, quizá, que en
la última película del británico se combinan de forma tan desconcertante los tics
dramáticos más clásicos de las producciones que año a año van a la caza del
premio, con elementos más propios del cine de McDonagh, como es ese humor negro
excesivamente grueso. De esa extravagante amalgama, no me parece que el film
salga tan bien parado y mucho del desconcierto que genera y que algunos están
señalando como una virtud de la película, es en realidad producto de su
principal debilidad: que en esa imposible oscilación entre la gravedad y la
payasada, siempre acaba cayendo para el lado incorrecto.
El arranque parece
dar a entender que la heroína de la historia será Mildred Hayes (portentosa Frances
McDormand), la madre de una adolescente asesinada y violada brutalmente, que
comenzará una guerra contra todos al poner tres enormes anuncios que interpelan
directamente al jefe de policía (Woody Harrelson) por la incapacidad de
resolver el caso. Aunque no conviene revelar mucho de la trama, pues parte de
la gracia (y casi toda) de la película está en ver como el planteo inicial se
va dando vuelta en todo momento, sí hay que decir que ni Mildred ni nadie se
salva de la miserabilidad general del pueblo, y que nuestra empatía con ella se
verá seriamente dañada con el correr de los minutos. La dureza del relato, no
exenta de toques de humor negro, la galería de personajes deplorables y la
aspereza de esa “América profunda” ha llevado a muchos a recordar a los Coen.
Sin embargo, la comparación resulta demasiado gruesa: ya no es sólo que el
humor negro aquí tiene poco de la habitual sutilidad coeneana, sino también que
las decisiones narrativas de McDonagh van en dirección opuesta a cualquier
película de los Coen. No hay en el cine de los Coen película alguna que busque
la intensidad dramática que tiene “Tres anuncios en las afueras” y mucho menos esos
arranques de sentimentalismo de guion que intenten dar una redención a los
personajes. En algún momento de la historia, y ya pasaba en Siete Psicópatas,
el director intervendrá en la película para acercar luz a sus personajes, un
abrazo a sus criaturas que poco y nada tiene que ver con el cine de los
hermanos con los que tanto se le ha comparado, sobre todo porque éstos gustan
más de torturar a sus creaciones.
Y aquí llegamos al
punto clave. A McDonagh parece gustarle el uso de las misivas como recurso
dramático y ya en Siete Psicópatas lo había utilizado para ablandar el corazón
del espectador con una emocionante carta del personaje de Christopher Walken,
que acercaba una mirada esperanzadora a través de cierta idea de religiosidad. En
“Tres anuncios en las afueras” vuelve a aparecer un recurso similar pero los
resultados son desiguales: las decisiones de guion que llevan a ese punto de
inflexión son demasiado forzados y artificiales, quizá porque la pomposidad
dramática de ese horrible mundo que nos ha presentado supera por completo la
mirada positiva que nos quiere colar. Tampoco ayuda que a lo largo del relato,
un buen porcentaje del humor (que más que negro es un humor absurdo) no ha
funcionado en absoluto. En uno de los chistes más incómodos de la película,
McDonagh intenta alivianar un episodio de violencia doméstica con la irrupción de
los comentarios de una adolescente poco agraciada intelectualmente. No es fácil
volver de ese punto.
Pareciera que esa
matriz de dramón oscarizable de la cual parte la película es un terreno infértil
para que crezca una buena película de McDonagh, porque son todos los elementos más
propios de su cine los que resultan más fallidos. Pero esos no son los únicos
problemas que le trae ser “una película de Oscar”: lo más paradójico sea, quizá,
que parte de la fuerza que hoy tiene la película en la carrera de los Oscar
sean sus magníficos actores, cuyo buen hacer ha dependido exclusivamente de que
el guion vaya preparando artificialmente momentos clave para su lucimiento. En
cierto sentido, tengo la impresión que la película hubiese ganado mucho si los
actores hubiesen tenido menos caché y los productores menos intenciones de
darle un barniz de prestigio tan cuestionable.
Pero, ¿Quién soy yo
para no recomendar ver una película que está triunfando en todas partes? Los Globos de Oro y su triunfo en Toronto parecieran hablar más alto que yo sobre ella. No se
puede negar que de las posibles candidatas de este año, Tres anuncios en las
afueras es la más fascinante y la que más moviliza al análisis. Si bien es,
desde mi humilde opinión, una película cuya presencia fuerte en la temporada de
premios sirve para demostrar el momento histórico deplorable que atraviesan
dichas premiaciones (completamente ciegas al cine norteamericano que de verdad
vale la pena), tampoco por eso voy a negar que la última obra de McDonagh es
una propuesta que merece ser vista y diseccionada por cada quien.
5/10
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