El Festival
de cine iberoamericano al margen crece cada vez más y se ha vuelto un punto de parada de fin de año obligatorio
para el cinéfilo más inquieto. Como todos los años, la muestra online de su
selección oficial está disponible hasta el 23 de diciembre y nos permite acceder a parte de la programación a todos aquellos que no tenemos la suerte de asistir presencialmente. Hoy hablo de mis 5 películas favoritas de la sección oficial,
invitando al que lee a aprovechar la oportunidad para visitar algunas de las
propuestas cinematográficas más originales desde lo lo formal y lo narrativo que
nos ofrece la edición de este año.
La
Siesta del Tigre (Maximiliano Schonfeld)
Dicen que la
historia es de lento andar y que en ese espacio dejado entre el presente en
mutación y el futuro añorado es el lugar donde la utopía se hace necesaria. Ese
es el razonamiento que parece poner a rodar a “La Siesta del Tigre”, la última
película de uno de los jóvenes directores más interesantes de los últimos años
del cine argentino. El grupo de paleontólogos improbables que protagonizan este
docu-ficción son personas mayores cuyas vidas han sido difíciles e
insatisfactorias y que encuentran en la más disparatada de las misiones
(encontrar los restos fósiles de un tigre mitológico) una manera de poner
esperanza a sus vidas, una posibilidad de alcanzar la gloria jamás conocida.
Aunque el planteo
es propio de una película de aventuras, el registro de Schonfeld prefiere
documentar los pequeños momentos de camaradería, los descansos, las canciones,
los relatos, las peleas y los juegos; así como las reacciones al fracaso y a
los triunfos que van obteniendo los protagonistas. En el fondo, aunque la
misión es imposible y el fracaso es seguro, el director va construyendo esos
momentos de ocio como el verdadero premio y la auténtica gloria buscada
subrepticiamente por estos improvisados exploradores que pocas veces han sido
tan libres como en esa disparatada búsqueda.
En todas las
películas y trabajos para televisión del director correntino, hay una tendencia
a trabajar el espacio geográfico como algo misterioso y mágico, que abona el
terreno para sutiles fugas fantásticas. La Siesta del Tigre no es la excepción
y con un fenomenal cierre en que el registro se rompe completamente, se permite
un momento de experimentación visual y sonora que lleva a la película a otro
sitio. Gran película de un director en ascenso del que se espera seguir
hablando muy bien en el futuro.
Los
Mutantes (Gabriel Azorín)
Ignoro que esperaba
la ECAM cuando encargó a Gabriel Azorín dirigir una película con motivo de su aniversario,
pero la libertad que le concedió al artista ha rendido un fruto inesperado: una
obra extraordinaria como Los Mutantes que desafía cualquier noción que se tenga
de ‘buena ópera prima’. Y es que al director se le ocurrió representar cuatro
etapas del aprendizaje sobre cine a través de cuatro pequeños segmentos con
independencia formal y argumental, idea ambiciosa si las hay para un primer
largo y más cuando vemos los resultados. El tímido primer contacto, los
primeros trabajos en equipo, el momento en que se construye dialógicamente un
conocimiento frente a una pantalla de cine, y el momento en que las teorías
vuelan por los aires ante el caos de la práctica; son los cuatro momentos que
Azorín elige para representar, utilizando cada uno de esos segmentos como un
espacio para la experimentación.
Los mejores pasajes
son bellísimos (las sombras proyectadas en la pared blanca) y los menos
logrados, igualmente se vuelven valiosos como aporte al conjunto. Gabriel
Azorín es atrevido e irreverente para con la propia institución de la enseñanza
y no por eso se deja de notar el cariño por la institución el proceso de
aprendizaje, entendiéndolo como ese proceso de mutación que señala el título.
La
Tierra aún se mueve
Pablo Chavarría
Gutierrez es el cineasta marciano de México, el que va a contracorriente que
cualquier tendencia de su país y de Latinoamérica. Todavía sin el
reconocimiento que sus geniales obras merecen, parece haber encontrado en el
Márgenes un pequeño lugar de resistencia. Su cine se vuelve cada vez más áspero
e infranqueable, pero cualquier espectador bien dispuesto puede disfrutar de la
experiencia visual y sonora que el director mexicano pone a rodar en una de sus
más enigmáticas obras.
Chavarría, biólogo
de profesión, sigue abordando los temas que le obsesionan: las relaciones del
mundo humano y el animal, con claras referencias a lo transitorio e inestable
de lo primero con respecto a lo segundo, y con una constante denuncia contra la
voluntad ridícula del hombre de apropiarse y dar sentido a esa naturaleza. Es
muy significativo que Chavarría Gutierrez cite textos de juicios a brujas que
precisamente evocan una relación diferente con el mundo y haga, en base a esto,
a la mujer el centro de las imágenes. En el mexicano lo revolucionario no está
sólo en lo formal sino que también se lo encuentra en lo político, como bien puede ejemplificarlo su obra precedente, Las Letras.
En una película que
versa sobre el movimiento y en que estamos viendo constantemente a la
naturaleza moverse y transformarse, el hombre aparece recorriendo calles como
un fantasma cuya imagen se difumina en el plano en escenas de asombrosa
hermosura. Si en Alexfilm asistíamos a una metamorfosis, son varios los
momentos de La tierra aún se mueve en que se infieren innumerables transformaciones.
Estas idas y venidas entre el mundo humano y el animal son parte del misterio
de la película que de momento me parece demasiado inexpugnable como para encontrarle su sentido, pero vale destacar que muchas veces están filmadas y sonorizadas con recursos
cercanos al cine de terror, o al menos con resultados terroríficos.
La imagen final es
la que más claridad tiene. Una vez pasada una noche de seres humanos errantes y
etéreos, un desfile de tortugas marinas aparece a plena luz del sol. Hermosa imagen
si las hay, hasta que el director la corta con un plano grotesco de una de esas
tortugas poniendo huevos. ¿Quizá es que la belleza del mundo natural es también
un constructo humano ya superado? Como sea, Chavarría Gutierrez no hace la
mejor película de este márgenes, pero sí la más imprescindible y debatible de
todas.
Las
Calles (María Aparicio)
Representar un
proyecto escolar de nombramiento de calles en un pueblo del sur argentino,
Puerto Pirámides, le sirve a la directora para reflexionar en torno a un pueblo
que cuenta su propia historia. No hay San Martín, Colón ni próceres
prefabricados en Puerto Pirámides. La historia que ese pueblo empieza a
reescribir sin querer está circunscripta al pago, quebrando de alguna manera
en mito de la Nación e invitándonos a repensar la historia nacional como un
monstruo que pisotea las particularidades; que crea un nosotros para excluir al
otro.
Con un empaque de
ficción que es poco más que una excusa para recuperar las entrevistas que los
alumnos realizaran en su día, Aparicio acumula importantes logros al retratar
con diversos juegos de miradas el choque generacional entre los entrevistados,
la gente mayor que comparte sus experiencias en busca de los ilustres del
pueblo que merecen el reconocimiento de tener el nombre grabado en las calles,
y los entrevistadores improvisados que son los alumnos de la escuela.
Cualquiera que guarde recuerdos de sus primeros años en la escuela reconocerá
ese esfuerzo de los alumnos por llevar a cabo un trabajo que no entienden del
todo. En este sentido, la película busca que nos veamos retratados en esos
niños que sin saberlo, asisten a la construcción de su propia historia, un
privilegio que la mayoría de los que vemos la obra no hemos tenido.
Tierra
Sola (Tiziana Panizza)
Lo exótico ha sido
por mucho tiempo un valor comerciable en los países centrales, un cliché a
través del cual se ve a las sociedades menos desarrolladas con condescendencia
y que ayuda a todas esas conciencias a contemplar esos paisajes intervenidos como
paraísos alejados de la civilización. Que esos paraísos oculten una realidad
mucho más turbia no sorprende, pero lo que se cuenta en el documental chileno
sobre la Isla de Pascua seguramente será para la mayoría inaudito. La mejor película
del festival aborda una historia de colonización desde esos dos aspectos
novedosos: el aislamiento de la isla y la presencia de Los Moai como cortina
que cubre la vida humana.
A través de un conjunto
de films encontrados en el lugar y diversos materiales, Panizza va investigando
ese constructo cultural que ha permitido ocultar un feroz régimen, a la vez que
reflexiona sobre las relaciones entre una sociedad y su medio geográfico: ¿Es
una isla lejos de la civilización sinónimo de libertad y paz, o es una cárcel
natural infranqueable? Mucho de lo que aparece en el film a modo de citas de
texto bien integradas a la imagen son parte de las reflexiones y las personales
experiencias de la directora, por lo que la película es ante todo un ejercicio
de curiosidad y auto-reflexión. Pero también el registro de Panizza va
construyendo un discurso político en torno a la farsa de la idea de nación, las
supervivencias del colonialismo más salvaje, a la vez que le da por primera vez
una voz a los habitantes de una isla que por muchos años no podía ser
identificada más que por unas cabezas gigantes de piedra.
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