sábado, 16 de diciembre de 2017

VII Festival Márgenes. Cinco recomendaciones de la sección oficial






El Festival de cine iberoamericano al margen crece cada vez más y se ha vuelto un punto de parada de fin de año obligatorio para el cinéfilo más inquieto. Como todos los años, la muestra online de su selección oficial está disponible hasta el 23 de diciembre y nos permite acceder a parte de la programación a todos aquellos que no tenemos la suerte de asistir presencialmente. Hoy hablo de mis 5 películas favoritas de la sección oficial, invitando al que lee a aprovechar la oportunidad para visitar algunas de las propuestas cinematográficas más originales desde lo lo formal y lo narrativo que nos ofrece la edición de este año. 


La Siesta del Tigre (Maximiliano Schonfeld)

Dicen que la historia es de lento andar y que en ese espacio dejado entre el presente en mutación y el futuro añorado es el lugar donde la utopía se hace necesaria. Ese es el razonamiento que parece poner a rodar a “La Siesta del Tigre”, la última película de uno de los jóvenes directores más interesantes de los últimos años del cine argentino. El grupo de paleontólogos improbables que protagonizan este docu-ficción son personas mayores cuyas vidas han sido difíciles e insatisfactorias y que encuentran en la más disparatada de las misiones (encontrar los restos fósiles de un tigre mitológico) una manera de poner esperanza a sus vidas, una posibilidad de alcanzar la gloria jamás conocida.

Aunque el planteo es propio de una película de aventuras, el registro de Schonfeld prefiere documentar los pequeños momentos de camaradería, los descansos, las canciones, los relatos, las peleas y los juegos; así como las reacciones al fracaso y a los triunfos que van obteniendo los protagonistas. En el fondo, aunque la misión es imposible y el fracaso es seguro, el director va construyendo esos momentos de ocio como el verdadero premio y la auténtica gloria buscada subrepticiamente por estos improvisados exploradores que pocas veces han sido tan libres como en esa disparatada búsqueda.

En todas las películas y trabajos para televisión del director correntino, hay una tendencia a trabajar el espacio geográfico como algo misterioso y mágico, que abona el terreno para sutiles fugas fantásticas. La Siesta del Tigre no es la excepción y con un fenomenal cierre en que el registro se rompe completamente, se permite un momento de experimentación visual y sonora que lleva a la película a otro sitio. Gran película de un director en ascenso del que se espera seguir hablando muy bien en el futuro.



Los Mutantes (Gabriel Azorín)

Ignoro que esperaba la ECAM cuando encargó a Gabriel Azorín dirigir una película con motivo de su aniversario, pero la libertad que le concedió al artista ha rendido un fruto inesperado: una obra extraordinaria como Los Mutantes que desafía cualquier noción que se tenga de ‘buena ópera prima’. Y es que al director se le ocurrió representar cuatro etapas del aprendizaje sobre cine a través de cuatro pequeños segmentos con independencia formal y argumental, idea ambiciosa si las hay para un primer largo y más cuando vemos los resultados. El tímido primer contacto, los primeros trabajos en equipo, el momento en que se construye dialógicamente un conocimiento frente a una pantalla de cine, y el momento en que las teorías vuelan por los aires ante el caos de la práctica; son los cuatro momentos que Azorín elige para representar, utilizando cada uno de esos segmentos como un espacio para la experimentación.

Los mejores pasajes son bellísimos (las sombras proyectadas en la pared blanca) y los menos logrados, igualmente se vuelven valiosos como aporte al conjunto. Gabriel Azorín es atrevido e irreverente para con la propia institución de la enseñanza y no por eso se deja de notar el cariño por la institución el proceso de aprendizaje, entendiéndolo como ese proceso de mutación que señala el título.



La Tierra aún se mueve

Pablo Chavarría Gutierrez es el cineasta marciano de México, el que va a contracorriente que cualquier tendencia de su país y de Latinoamérica. Todavía sin el reconocimiento que sus geniales obras merecen, parece haber encontrado en el Márgenes un pequeño lugar de resistencia. Su cine se vuelve cada vez más áspero e infranqueable, pero cualquier espectador bien dispuesto puede disfrutar de la experiencia visual y sonora que el director mexicano pone a rodar en una de sus más enigmáticas obras.

Chavarría, biólogo de profesión, sigue abordando los temas que le obsesionan: las relaciones del mundo humano y el animal, con claras referencias a lo transitorio e inestable de lo primero con respecto a lo segundo, y con una constante denuncia contra la voluntad ridícula del hombre de apropiarse y dar sentido a esa naturaleza. Es muy significativo que Chavarría Gutierrez cite textos de juicios a brujas que precisamente evocan una relación diferente con el mundo y haga, en base a esto, a la mujer el centro de las imágenes. En el mexicano lo revolucionario no está sólo en lo formal sino que también se lo encuentra en lo político, como bien puede ejemplificarlo su obra precedente, Las Letras.



En una película que versa sobre el movimiento y en que estamos viendo constantemente a la naturaleza moverse y transformarse, el hombre aparece recorriendo calles como un fantasma cuya imagen se difumina en el plano en escenas de asombrosa hermosura. Si en Alexfilm asistíamos a una metamorfosis, son varios los momentos de La tierra aún se mueve en que se infieren innumerables transformaciones. Estas idas y venidas entre el mundo humano y el animal son parte del misterio de la película que de momento me parece demasiado inexpugnable como para encontrarle su sentido, pero vale destacar que muchas veces están filmadas y sonorizadas con recursos cercanos al cine de terror, o al menos con resultados terroríficos.

La imagen final es la que más claridad tiene. Una vez pasada una noche de seres humanos errantes y etéreos, un desfile de tortugas marinas aparece a plena luz del sol. Hermosa imagen si las hay, hasta que el director la corta con un plano grotesco de una de esas tortugas poniendo huevos. ¿Quizá es que la belleza del mundo natural es también un constructo humano ya superado? Como sea, Chavarría Gutierrez no hace la mejor película de este márgenes, pero sí la más imprescindible y debatible de todas.



Las Calles (María Aparicio)

Representar un proyecto escolar de nombramiento de calles en un pueblo del sur argentino, Puerto Pirámides, le sirve a la directora para reflexionar en torno a un pueblo que cuenta su propia historia. No hay San Martín, Colón ni próceres prefabricados en Puerto Pirámides. La historia que ese pueblo empieza a reescribir sin querer está circunscripta al pago, quebrando de alguna manera en mito de la Nación e invitándonos a repensar la historia nacional como un monstruo que pisotea las particularidades; que crea un nosotros para excluir al otro.

Con un empaque de ficción que es poco más que una excusa para recuperar las entrevistas que los alumnos realizaran en su día, Aparicio acumula importantes logros al retratar con diversos juegos de miradas el choque generacional entre los entrevistados, la gente mayor que comparte sus experiencias en busca de los ilustres del pueblo que merecen el reconocimiento de tener el nombre grabado en las calles, y los entrevistadores improvisados que son los alumnos de la escuela. Cualquiera que guarde recuerdos de sus primeros años en la escuela reconocerá ese esfuerzo de los alumnos por llevar a cabo un trabajo que no entienden del todo. En este sentido, la película busca que nos veamos retratados en esos niños que sin saberlo, asisten a la construcción de su propia historia, un privilegio que la mayoría de los que vemos la obra no hemos tenido.



Tierra Sola (Tiziana Panizza)

Lo exótico ha sido por mucho tiempo un valor comerciable en los países centrales, un cliché a través del cual se ve a las sociedades menos desarrolladas con condescendencia y que ayuda a todas esas conciencias a contemplar esos paisajes intervenidos como paraísos alejados de la civilización. Que esos paraísos oculten una realidad mucho más turbia no sorprende, pero lo que se cuenta en el documental chileno sobre la Isla de Pascua seguramente será para la mayoría inaudito. La mejor película del festival aborda una historia de colonización desde esos dos aspectos novedosos: el aislamiento de la isla y la presencia de Los Moai como cortina que cubre la vida humana.


A través de un conjunto de films encontrados en el lugar y diversos materiales, Panizza va investigando ese constructo cultural que ha permitido ocultar un feroz régimen, a la vez que reflexiona sobre las relaciones entre una sociedad y su medio geográfico: ¿Es una isla lejos de la civilización sinónimo de libertad y paz, o es una cárcel natural infranqueable? Mucho de lo que aparece en el film a modo de citas de texto bien integradas a la imagen son parte de las reflexiones y las personales experiencias de la directora, por lo que la película es ante todo un ejercicio de curiosidad y auto-reflexión. Pero también el registro de Panizza va construyendo un discurso político en torno a la farsa de la idea de nación, las supervivencias del colonialismo más salvaje, a la vez que le da por primera vez una voz a los habitantes de una isla que por muchos años no podía ser identificada más que por unas cabezas gigantes de piedra.


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