Los
Oscars hace tiempo que ya nos dieron nuestra dosis anual necesaria de
premios y premiados, pero a las carteleras españolas aún nos llegan
películas de aquella 85ª gala.
Este
es el caso de Rebelde,
la película del canadiense Kim Nguyen, que consiguió colarse entre
los cinco candidatos a mejor película de habla no inglesa.
Nguyen
ya tenía en su haber otras tres películas, pero es con Rebelde
con
la que ha conseguido darse a conocer al mundo, siendo premiada en
festivales como el Tribeca Film Festival, el Círculo de Críticos de
Vancouver, el Canadian Screen Awards, Sitges o Berlín, aparte de
multitudinarias nominaciones en otros tantos.
Este
drama bélico nos cuenta la historia de Komona, una joven de doce
años que vive en el África subsahariana, donde un ejército rebelde
la secuestra y obliga a matar a sus padres, convirtiéndola en una
niña soldado, justo a otros niños y niñas de su edad.
La
película se presenta cruda, sin concesiones ni artificios, pero
tampoco es un plato que se atragante en su escabroso relato, pues
sabe dosificarse con lirismo y toques humanitarios lo suficiente como
para que incluso veamos un toque positivo dentro de tanta inmundicia.
Nguyen
juega muy bien con los pocos medios a su alcance y los explota
sabiamente, como se puede observar, por ejemplo, en su banda sonora,
haciendo una inquietante canción con el chirrido de una vieja puerta
de metal.
Guerra
y amor, remordimientos e infancias rotas, todo se mezcla en la
película, dejando detalles para el recuerdo como la búsqueda de ese
gallo blanco, o un inocente juego entre niños guerreros, uno de los
pocos atisbos de inocencia en estos niños que son enseñados a que
su único padre y madre es el arma que llevan consigo.
Vista
fríamente podría parecer otra película denuncia de niños en la
guerra, pero Rebelde no quiere caer en sentimentalismos
baratos, y quizás sea ese el mayor logro de la película, resultar
veraz, cruda, honesta pero a la vez con un toque humano que nos la
hace cercana sin ser melodramática, ayudado en gran parte por la
buena interpretación de Rachel Rwanza en el papel de Komona.
Una
buena apuesta, cercana al estilo de Bestias del sur salvaje,
pero a la vez distinta completamente en temática. Quizás no llegue
a conmover como debiera, pero sin duda tiene las aptitudes necesarias
para decir que merece la pena su visionado.
7/10
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