Hong
Sang-soo presentó hace poco su nuevo trabajo, Nobody's Daughter
Haewon, en el Festival de Berlín, pero la que nos llega a las
carteleras españolas es su anterior trabajo, En otro país,
que cuenta con la veterana Isabelle Huppert, que casualmente llega
esta semana con dos películas a nuestras carteleras, la coreana y
Dead Man Down, un thriller del director de Los hombres que no
amaban a las mujeres.
En
otro país, nos habla de la historia de una joven estudiante de
cine y su madre que huyen a Mohang, una ciudad junto al mar, huyendo
de los acreedores que quieren cobrar las deudas de su marido. Para
evadirse, la joven empieza a escribir tres breves historias, sobre
tres mujeres llamadas Anne (las tres interpretadas por Isabelle
Huppert), una de ellas es una directora de cine francesa visitando a
un amigo en Mohangh, la segunda está casada con un ejecutivo de una
empresa automovilística y aprovecha el viaje de éste a Hong Kong
para ver a su amante, director de cine. La última es un ama de casa
rica de la que recientemente su marido se ha divorciado para irse con
su amante coreana, y para consolarse visita Mohang junto a una amiga.
Podría
decirse que hablamos más de un drama con algunos toques cómicos,
más que de una comedia en sí, donde muchas situaciones, personajes
y objetos se repiten (aunque no exactamente de la misma forma) en las
tres historias que forman la película, creando un entramado de
simbolismos y referencias internas que forman una interesante madeja
de la que ir tirando, aunque las historias que se cuentan son
bastante sencillas y livianas, que de degustan como caramelos, pero,
desgraciadamente, se esfuman en la memoria con la misma rapidez.
Hablar
de la película es imposible sin mencionar a Huppert, la cual se
involucra de lleno en la película con sus tres personajes, aportando
toda su simpatía y presencia.
Huppert
está bastante contenta con el rodaje íntimo de la película, pero
mostraba su inquietud en una entrevista de The Hollywood Reporter
sobre si la gente llegaría a conectar con la película, ya que el
mundo de Hong Sang-soo es “muy poético y bastante esotérico, pero
también ligero y burlesco”, un enfoque que quizás no estemos muy
acostumbrados los occidentales tovadía.
Y es
que entre esas situaciones livianas se atisba que hay unas segundas
intenciones del director, algo que intenta contar de más peso, pero
eso ya queda en la cabeza de cada uno para darle vueltas en el
post-visionado.
Fríamente
las historias son simpáticas y poco más, y la historia de la joven
que escribe todo, al final parece ser un mero McGuffin, pues
ni siquiera se vuelve a ella al acabar las tres... como si toda la
película quedara en un limbo sin justificación alguna. Eso deja la
sensación de una película poco cohesionada internamente, como si
asistiésemos a una película por episodios, conectada por los
detalles repetidos, pero no en cuanto a unidad temática.
La
fotografía de look ligeramente amateur (buscando expresamente) le
otorga ese aire de transitoriedad al relato, como las conversaciones
improvisadas o los amores de verano, pero particularmente el uso del
zoom no me agrada salvo en muy contadas ocasiones, y no es en esta
una de esas, pues me da la sensación de artificiosidad, sabiendo en
todo momento que hay un cámara operando.
Las
sensaciones finales son que, después de los sueños efímeros, el Soju y faros perdidos, sin ser ni mucho menos una mala
película, tampoco trascenderá en nuestra memoria, se deja ver
amablemente pero ni compartimos el humor ni la visión poética tan
propia del cine oriental. Supongo que estas son las desventajas de
vivir en otro país.
6/10
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