martes, 7 de mayo de 2013

Objetivo: La Casa Blanca: De espartano a agente secreto, Butler no cambia el 'careto'




Antoine Fuqua podría catalogarse entre esos directores de un solo éxito. Tras la más que solvente Training Day, no hemos vuelto a apreciar el talento que se le presupone, más allá de entretenidas películas, sí, pero carentes de un sello que las saque de la mundanalidad del género de acción.
Con Objetivo: La Casa Blanca no va a ser la excepción, de hecho, el título es toda una declaración de sus intenciones y aquellos que busquen algo más allá de lo que suelen ofrecer este tipo de películas que la evite como la peste.
Fuqua parece querer enrolarse en el mismo barco que Emmerich y cia, solo que con mejores resultados. Incluso tendremos próximamente la oportunidad de hacer esta comparación algo más serio cuando se estrene Asalto a la Casa Blanca, prevista para septiembre de este año.

El argumento de Objetivo: La Casa Blanca es sencillo, un ataque terrorista al emblema de los Estados Unidos y un héroe que se lo hará pagar caro. Y dentro de sus límites e incongruencias (el primer ministro surcoreano resulta que tiene como guardaespaldas a terroristas norcoreanos... ni que fuera estúpido!) puede resultar medianamente entretenida, ya que este tipo de películas no hay que tomárselas muy en serio, van a lo que van.



Ahora bien, eso de que comentan algunos críticos americanos de que recuerda a las películas de los 80/90 del género, no estoy de acuerdo del todo. Sí que hay algunas referencias a la saga La jungla de Cristal, pero la comparación le viene bastante grande, empezando porque Gerard Butler, aunque pegue mucho más en este tipo de películas que las comedias románticas, no tiene el mismo carisma y presencia que Bruce Willis, ni el humanismo de aquel héroe que nos lo hacía cercano se parece a la máquina de matar que parece Butler. Y es que en los 80/90 se tomaba todo menos en serio pero, los chascarrillos y las situaciones hacían más llevadera la testosterona, y, a la vez, sabía estar a la altura en las escenas de puro desfase adrenalítico.

Aquí todo se toma demasiado en serio, como demuestra en parte el acompañamiento musical, que apela al “ser americano” de nuestros adentros. Y, aunque se agradece que se tome su tiempo en presentar las cosas, cuando la trama está servida, ya no queda mucho de interés salvo ir viendo como van cayendo uno a uno los malos.
Que sí, una vez más, no engaña a nadie y la película va a lo que va, pero al menos podría dejar algo en la memoria y no que se vaya olvidando ya desde que se sale de la sala... que es lo que me está pasando ya.
Quien suela disfrutar de este tipo de películas, le dará para unas dos horas entretenidas que, todo sea dicho, se pasan bastante rápidas. Los que, por el contrario, suelan salir escocidos de estos visionados, que no sean masocas, no hay nada nuevo bajo el sol.

5/10

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