Día bastante completo el del viernes en la 10ª Muestra de Syfy.
La primera alegría es la vuelva de Leticia Dolera, con lo que este año tenemos dos presentadoras de la muestra. Ironizando sobre Goyas-poyas o rememorando el año de Canino ("pa' tu culo mi pepino!"), Macarena y Leticia hacen perfectamente su cometido de presentar 'a su manera' las películas que se van viendo, y, sobre todo, amenizar y caldear el ambiente entre pase y pase para que los ánimos nunca bajen.
La primera en caer fue Kenshin, el guerrero samurái, de la cual nos informaron que, al parecer, está en proyecto ya la segunda parte de esta adaptación a imagen real del manga.
La adaptación a imagen real del manga homónimo de Nobuhiro Watsuki está bastante logrado. Conserva la esencia del toque manga con sus caricaturescos personajes y su marcado humor, pero a la vez consigue el difícil equilibrio de funcionar como película independiente para quien no ha seguido el manga. Quizás sea demasiada historia condensada, y el ritmo pausado que se toma Keishi Ohtomo puede dejar por el camino al que se despiste fácilmente, pero lo que sin duda hace grande y nadie puede negarle es que este Kenshin tiene una gran belleza plástica remarcada por una envolvente banda sonora que alcanza su punto álgido en las escenas de lucha. Además, el manido uso de los ralentis, aquí ni siquiera saturan, pues se usan con inteligencia y no de forma desmesurada.
El mejor momento, la pelea en la cocina de Sanosuke, por su mezcla de humor y acción, aunque realmente cada pelea tiene su momento destacado.
Sin bajar el listón, desde irlanda con resaca nos llega Grabbers, donde deberán hacer frente a unos calamares alienígenas poco amistosos con las mejores armas que tienen: sus pintas de cerveza.
A pesar de que por el argumento en el papel pueda parecer una ida de olla importante, sin dejar de lado el toque cómico del asunto, lo cierto es que Grabbers es una buena película de género que su humor inglés nos recuerda a propuestas como Zombies Party.
Jon Wright construye una inteligente y a la vez descerebrada guerra entre los irlandeses borrachos y los aliens abstemios, pues estos cefalópodos chupasangres no toleran en sus organismos las mismas borracheras que se marcan estos habitantes de la pequeña isla de Erin.
Junto a otras gamberras propuestas como Attack the block, productos pequeños pero de grandes detalles como estos revitalizan un género tan marginal como es el de las invasiones alienígenas. Su ritmo trepidante y el buen diseño de la criatura dejará contentos y con buenas carcajadas a los amantes de este tipo de películas.
Eduardo Casanova y Ana Polvorosa dirigen y protagonizan, respectivamente, el cortometraje Amor de Madre, presentado por ellos mismos como un melodrama con toques de género.
Un cortometraje bastante casero de medios (y de ideas) teñido de verde (quizás por aquello de que es el color de la esperanza...) que cuenta como una madre hace el paripé en su casa mientras una supuesta invasión zombi asedia la ciudad. Cuando el virus llega a su marido, tendrá que tomar varias decisiones...
La verdad es que poco es salvable del cortometraje, quizás las ganas que le habrá puesto Eduardo al asunto, pero pegar cuatro posters, teñir los pocos muebles que se han conseguido de verde y que se le vea el dobladillo a la sábana de la pared no consigue ni de lejos una buena ambientación, al igual que cuatro escenas tópicas de lagrimeo no consiguen emocionar, ni una peluca o caras pintadas una creíble interpretación. A seguir intentándolo.
Tras el tropezón, sigue la caída con Boneboys, del guionista de La matanza de Texas, sobre, como no, más hambrientos caníbales alejados de toda cordura.
Kim Henkel parece que nunca saldrá del bucle en el que andan inmersos sus guiones. Desde la original a las secuelas, luego a remakes o versiones alternativas como la que nos ocupa ahora, la cosa viene a confirmar que, o la de Tobe Hooper fue un momento de inspiración o es que el buen hacer del mismo Hooper fue el que marcó un antes y después en el género y no el guión de Henkel.
Boneboys supone un pastiche de muchas películas del género gore pero carente de cohesión o sentido interno alguno, más preocupado por escenas que por una solidez como película. Y lo mejor es que las escenas destacan por su comicidad involuntaria, una colección de "ahora la tontería más grande", donde, lo más laureado por el público fue las numerosas transiciones con la luna; todo un alarde al ingenio y la originalidad por parte de sus directores. Solo para valientes acérrimos a slashers con tintes psicotrópicos.
Y, enlazando con las drogas, para terminar la noche viene el clásico de los 80 Don Coscarelli a levantar los ánimos con John dies at the end, que resumir su argumento, creedme, no se antoja nada fácil...
La película de Don Coscarelli es irresumible, pero voy a intentarlo. Podría decirse que trata de una droga llamada 'salsa de soja' que hace que nuestros protagonistas vean (y puedan moverse) por líneas paralelas en el tiempo y el espacio. Pero no son los únicos y una invasión se avecina sobre la Tierra, si es que estos dos colgados no son capaces de pararla...
Una obra cumbre del humor surrealista, de esas que terminas de verla y no sabes si has visto una genialidad o una mierda de grandes proporciones. Sin posicionarme en ninguno de los polos, diré que me reí de lo lindo a lo largo de sus casi dos horas (aunque prometo que no era yo la risa más sonora del Syfy), es un no parar de situaciones absurdamente geniales y un humor genuinamente negro que rememora a los gloriosos ochenta donde Coscarelli hizo mella.
Un prólogo con un hacha como protagonista que ya nos prepara para lo que se avecina, la verdad es que relatar los mejores momentos de la película sería hacerle un flaco favor, hay que disfrutarlos 'in situ'.
De obligada visión para los que gustan de estas rayadas mentales, el humor surrealista y de las películas que no se toman en serio a sí mismas.
Y esta noche, niños-lobo, asesinos en serie, virus croneberguianos, cabañas algo más que encantadas y sushis con mala baba.
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