miércoles, 6 de marzo de 2013

Aquí y allá: Ideas sin exprimir



Antonio Méndez Esparza debuta en la gran pantalla con Aquí y allá, película inspirada (y casi podría decirse que documental) sobre un amigo que conoció mientras estudiaba en EE.UU, un inmigrante proveniente de México, que, tras su regreso a su tierra, Esparza acompañó y decidió filmar una película sobre la sensación de volver a tu tierra después de tanto tiempo, casi sintiéndose un extraño entre los tuyos.
La idea es particularmente interesante, el no mostrar la partida sino el regreso, las consecuencias que lleva tras de su la separación de una familia en su vida cotidiana, en sus relaciones personales. El problema viene en las formas de contarlo.
Una puesta en escena sencilla, alejada de la sensiblería típica de un drama de estas características, con planos generales, manteniendo al espectador a todo momento alejado de los personajes (prácticamente no hay primeros planos) es un arma de doble filo difícil de usar y que, en mi opinión, Esparza ha pagado el pato del novato. Lo que a priori parece lo más interesante del film, se acaba convirtiendo a su vez en lo peor, pues esa mirada alejada, cercana al voyeurismo del documental, esa falta de emoción tanto es las expresiones de los protagonistas como en los planos generales y estáticos hacen que, al no conocer los protagonistas, verles carentes de emoción, esa lentitud de la narración se traspasa al espectador negativamente, restándole poco a poco el interés por la historia y sus protagonistas.

Curiosamente, estos es lo que aplauden los que alaban la película, que, recordemos, tiene varios premios en su haber, como el premio de la semana de la crítica en Cannes. Así pues, habrá dos posibles espectadores para la película, los que consigan vencer el hastío, la pesadez de una narrativa conscientemente lenta y unos personajes inexpresivos, al menos de cara al exterior, o, por contra, los que pese a su buena predisposición, acaben sucumbiendo a una película fría, poco implicada con el espectador y arrítmica. Y culpa de esto último la tiene en parte una fracción gratuita en cuatro partes (El regreso – Aquí - El horizonte - Allá) cuando perfectamente se podría contar todo linealmente sin pantallazos en negro que maten el poco ritmo que coge de vez en cuando.


Todo esto, sumado a los normales pero notorios fallos de principiante, como puede ser una mala iluminación o sonorización en determinados momentos, actores no profesionales o encuadres que posiblemente podrían estar mejor pensados, acaban convirtiendo la película en un ejercicio de arte y ensayo para minorías dispuestas a pasar por alto estos fallos.

No le negaré que tenga sus momentos, como el momento que Pedro se pone a tocar la guitarra con su familia, pero son como leves oasis en un desierto, insuficiente para saciar a un espectador sumido ya en sus propios pensamientos, que ha desconectado hace tiempo de lo que le contaban. Y esto no es siempre culpa del espectador, un director, por mucho que quiera hacer una película contemplativa, debe saber mantener el ritmo necesario, un mínimo de emoción para que importen sus personajes, captar la atención del espectador. No se puede dejar todo en manos del espectador como si la tuviera que recrear de nuevo en su cabeza, porque para eso no paga una entrada, sino que coge una cámara y la hace a su antojo.

Un buen ejemplo de que no sólo de ideas viven las películas, hay que transformarlas, darles forma para sacarles el jugo necesario y crear una buena película. Y yo aquí veo varias ideas, pero poco jugo.

3/10

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