miércoles, 7 de junio de 2017

19º Festival de Cine Alemán - Inauguración: Las flores de antaño



Empieza un año más el Festival de cine alemán de Madrid, su 19º edición ya. En esta ocasión, cambia de sede, tras el cierre de los Palafox. Se mudan al Palacio de la prensa, junto a la céntrica Plaza de Callao, para traernos deutsch geschmack (espero no haber metido la gamba) a los paladares de los cinéfilos madrileños. La película elegida para la apertura ha sido Las flores de antaño (Die blumen von gestern) de Chris Kraus, de quien ya se pudo ver su película Cuatro minutos (Vier minuten) en anteriores ediciones del festival.


No puedo ocultar que como comienzo del festival, ha sido un tanto flojo, sobre todo si en mi memoria aún recuerdo el buen regusto que me dejó el año pasado Fukushima, mon amour. En Flores de antaño, Chris Kraus nos presenta una comedia romántica con el Holocausto como telón de fondo. Quizás los espectadores habituales de la muestra pensaron por unos instantes que el espíritu de la película Ha vuelto sobrevolaría por la cinta de Kraus, pero nada que ver.
La película comienza apostando fuerte por el tono cómico, aunque según avanza el metraje, hay cierto giro hacia el dramatismo, sin llegar a convencerme cómo se entremezclan ambos, sin lograr un tono uniforme para su película sino más bien que uno irrumpe en la otro en cierto momento, causando un punto y aparte en la película, rompiendo la película en dos. Igualmente esa primera parte de comedia más pura tampoco me estaba conquistando, la película empieza poco atractiva y cuesta congeniar con el protagonista masculino. Además, a pesar de que integra elementos con el fin de romper con ciertos tópicos, como la normalización del adulterio, la defensa de una pelea por parte de una mujer o el retrato de una víctima del Holocausto desdramatizada y con sentido del humor; la mayoría de estos elementos están usados más con fines cómicos y enfocados al gag que como verdaderos recursos del guión de base más profunda. Esto, aparte de conseguir que el guión pierda fuerza por momentos, hace que su comicidad no sea fluida, sino forzada, restando naturalidad. 


Es una pena, porque se vislumbra en el fondo una interesante tesis, la de que hay que combatir el mal con su antítesis; la tristeza con el humor, la muerte con la vida. Pero la película, como tal, no es tan interesante. Estamos, ante una comedia romántica más convencional de lo que ella misma le gustaría, con una mezcla tonal que empaña su ritmo narrativo, gags forzados y sin un guión que fluya como era de esperar. Al final, aunque tengamos delante a actores competentes como Lars Eidinger (Personal Shopper, Viaje a Sils Maria) o Adèle Haenel (Casa de tolerancia, Les combattants, La chica desconocida), la película no logra dejarnos ni poso ni huella, y desde luego esta sensación no puede considerarse como algo positivo.

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