martes, 13 de junio de 2017

19º Festival de Cine Alemán - Las manos de mi madre y Varieté




Acabamos con esta entrada con el 19º Festival de Cine Alemán de Madrid.
Vimos Las flores de antaño en la inauguración, Algol y El día más hermoso al día siguiente, Marija y Destino Espacial: Venus al tercer día, Victoria por tocado, Decoder y Somos el diluvio en nuestro penúltimo acercamiento y hoy hablaremos de las dos películas que más he disfrutado en la edición de este año.


Las manos de mi madre (Die hände meiner mutter) es la obra que cierra la trilogía (en términos argumentales) sobre la violencia doméstica que Florian Eichinger empezó en 2008 con Bergfest y continuó en 2013 con Nordstrand. En esta ocasión, el punto de partida surge desde un punto de vista más inusual, una historia sobre abusos sexuales por parte de una madre a su hijo, centrándose así en esos casos donde es la mujer la que comete el abuso (un 10/20% de los casos). Pero este hecho es solo una anécdota, una curiosidad, y no es lo que hace destacar y sobresalir a Las manos de mi madre entre muchos otros dramas familiares referentes a este espinoso tema. Es el tratamiento serio y cuidado que hace del mismo, carente de efectismos y escenas de impacto gratuito, del tiempo que se toma en indagar en la figura del protagonista para hacerlo tridimensional.

Un ejemplo en este sentido es la elección de contarnos los flasbacks de la infancia que nos relatan el trauma del protagonista usando el actor en su versión adulta. Por un lado sirve para evitar el impacto y el morbo de ver a un niño en dichas situaciones, pero además (y sobre todo) lo usa para dar trasfondo al personaje adulto. Cómo el pasado del personaje sigue vivo en el presente, cómo Markus (el protagonista) sigue en cierta manera anclado a esos momentos que reciñen acaba de recordar. También supone especial interés en la película que no se regodee en la desgracia, sino que la trate lo más natural posible, y no solo ligada al personaje principal, sino que, según la película va tirando del hilo, podemos ver como va desgranando su situación familiar y cómo afecta a todo el entorno. Eichinger no solo sale bastante airoso de un tema delicado que con frecuencia se trata de manera tremendista y truculenta, sino que consigue un relato bien sostenido y de calado reflexivo y emocional.


Y como viene ya siendo habitual en el festival, este año también tuvimos nuestra ración de cine clásico en versión restaurada. El año pasado disfruté de lo lindo con Las tres luces de Fritz Lang, y este de nuevo caí rendido ante Dupont su Varieté de 1925. Se proyectó la versión restaurada que se presentó en la Berlinale de 2015, acompañada musicalmente por el pianista de cine mudo y multinstrumentista británico Stephen Horne y por el percusionista y artista de la improvisación Martin Pyne, con gran acierto.

Varieté nos relata, a modo de flashback, los hechos que han llevado a Boss Huller a llevar diez años en prisión. Una historia de amor y celos, muy clásica, que destaca especialmente por su tratamiento visual, sin duda deudor del camarógrafo Karl Freund. Contiene escenas para el recuerdo, como las relativas al circo o las del final, pasando por infinidad de primeros planos, picados y contrapicados muy expresionistas, que junto a un montaje bastante dinámico, captan y promueven las emociones al espectador. Inmenso, una vez más, Emil Jannings, que hasta de espaldas es capaz de transmitir. Esa mirada final es difícil de olvidar. Era una de las películas favoritas de Billy Wilder y no se puede decir que el director tenía mal gusto.


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