De
la mano del director que nos sorprendió, primero con ese
cortometraje nominado al Oscar y dos años más tarde transformándolo
en esa maravillosa película que es Cashback,
llega ahora Metro Manila, que
pese a su presupuesto de “guerrilla” ha sabido hacerse con el
favor del público en Sundance y Gran Betraña ha decidido que sea su
representante para competir en los Oscars de habla no inglesa, de
llegar a la selección final.
Sean
Ellis, tras una visita a un amigo a Manila y presenciar una discusión
en la calle de dos empleados de una compañía de furgones blindados,
sacó la idea que posteriormente, trabajada con el guionista Frank E.
Flowers, resultó ser el guión de Metro Manila.
Rodada
en tagalo (la lengua nativa de las Islas Filipinas, donde se rodó) y
con poco presupuesto, Ellis, aparte del rol de director y guionista,
tuvo que encargarse de la producción, cámara, luces, sonido y
steady-cam.
Metro
Manila nos habla de una familia que se traslada de los campos de
arroz del norte de Filipinas a la ciudad de Manila, en busca de un
futuro mejor. Pero la estresante y asfixiante ciudad no se lo pondrá
nada fácil a Óscar y su familia.
Un
drama que poco a poco se convierte en un thriller atrapante.
Una
buena historia emocionante y emotiva que intercala ficción ciertos
detalles reales (la historia de Alfred Santos, que en la realidad se
llama Reginald Chua, y los crueles juegos de niños apaleando un
gato, por ejemplo) que otorgan veracidad al relato, sin hacer el
simple drama autocomplaciente y lacrimógeno. No se escatima en
mostrar lo crudo de la vida pero sin caer nunca en lo banal, tópico
o maniqueo.
Su
fuerza radica, sobre todo en ofrecer un thriller con nervio apoyado
en la historia. Nada surge de la nada, no hay trucos de magia para
hacer más atractivo el viaje, las situaciones derivan de las
anteriores, como debería ocurrir en todos los guiones. De ahí que
se le permita la licencia del final poético (que ni eso resulta
descabellado en el relato) y redondea el buen hacer de su historia.
La buena guinda al pastel.
La
denuncia social es simplemente una vertiente secundaria de la
película, enfocada más al thriller con sello autoral, mostrando una
verdadera jungla de asfalto donde, o te adaptas o no sobrevives.
Y
cómo no, como en sus anteriores películas, hasta incluso en la
floja Broken, la pasión por
los detalles y mostrar sentimientos a través de las imágenes es uno
de los puntos fuertes de Metro Manila. Momentos
como el “¡por fin agua!” cuando se ducha Óscar y Mai después de
vivir en una chabola se convierten en pequeños momentos mágicos en
manos de Sean Ellis. No en vano, Ellis antes de cineasta ha trabajado
de fotógrafo, haciendo videoclips o anuncios de importantes firmas
como Jean-Paul
Gaultier, Land Rover o Rimmel. Quizás por ello la fotografía se
nota especialmente cuidada en sus películas, incluso en estas cuyo
rodaje de un mes y escaso presupuesto dejan poco margen para una
planificación más minuciosa.
Quizás
a Metro Manila le falte un poco para engatusarme como aquella opera
prima de 2006, pero siempre es un gusto ver un thriller con sello
propio, con cierto gusto por ofrecer un cine más allá del producto
standard industrializado, y más de la mano de un prometedor cineasta
como Sean Ellis, con buenas ideas y talento para llevarlas a cabo.
Quizás la categoría de habla no inglesa en los próximos Oscars la
tenga difícil con pesos pesados como La caza, de Vinterberg;
La gran belleza de Sorrentino o El pasado de Asghar
Farhadi , pero sin duda no me sorprendería en absoluto que se
encontrase entre las nominadas.
8/10
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