jueves, 28 de noviembre de 2013

De tal padre, tal hijo. Ser padre... ¿se nace o se hace?





¿Cuándo se convierte un padre en padre?

Como padre, me hago esta pregunta apremiante a la que no encuentro respuesta. Cuando mi hija nació hace seis años, mi esposa se transformó en madre al instante. Supongo que no todas las mujeres pasan por una metamorfosis semejante, pero al observarla amamantado a la niña, me sentía algo distanciado, sin tener muy claro lo que era ser padre, aunque me sentía feliz de serlo.

Seis años después, me he acostumbrado a oír a mis amigos y conocidos decir que mi hija se parece mucho a mí. Si comparo nuestros rasgos, como la boca y los ojos, siento que mi ADN ha dejado su marca.

Y en este caso, ¿un hombre se convierte en padre porque se da cuenta de que comparte la misma sangre con su hijo? ¿O se debe al tiempo que pasan juntos? Y si no acepto del todo ser padre, ¿se debe entonces a no haber pasado bastante tiempo con mi hija? ¿Se es padre por sangre o por el tiempo que se comparte? Empecé a pensar que este dilema personal podía ser el tema de una película.

Así es como nació De tal padre, tal hijo. Dilemas, preguntas e incluso tristezas que nunca había vertido con tanta candidez en el protagonista de una película.

Ahora, la película está terminada, acabada, pero tanto el protagonista como yo seguimos planteándonos la misma pregunta.
18 de abril de 2013
Hirokazu KORE-EDA

No hay mejor introducción posible que las propias palabras de su director para ilustrar la complejidad del relato y la explosión de sentimientos y sensaciones que produce el visionado de De tal padre, tal hijo.
Arrasando allá por donde pasa, gustando tanto a la crítica (premio del jurado en Cannes) como al público (premio del público en San Sebastián) y recibiendo un sonoro aplauso en la inauguración de la Semana Internacional de Cine de Madrid, la película no merece menos elogios.

Kore-eda y Almodóvar posan juntos en la
inauguración de la Semana Internacional de Cine de Madrid

 

La película cuenta la historia de dos familias unidas por el avatar del destino y la negligencia de un hospital, que intercambió a sus hijos al nacer, hace ya seis años. Ahora se les presenta la importante pregunta de ¿con qué hijo me quedo? ¿Mi hijo natural, sangre de mi sangre, o el hijo que he criado durante seis años y al que he dado todo mi amor?

El cine de Kore-eda se centra muy a menudo en la familia y la paternidad, y con el fallecimiento de su padre hace diez años y su propia paternidad hace seis, el propio Kore-eda reconoce que es un tema que le crea inquietud y que seguramente siga vigente en sus próximas películas.
De tal padre, tal hijo surca este tema “adornado” con el tema del intercambio de niños durante la época del boom de la natalidad en los años sesenta en japón, pero utilizándolo solo como punto de partida hacia la paternidad, tema que desea explorar en profundidad. El dilema moral que supone esta situación a los padres (y a los niños, por supuesto) se trata con pasmosa sencillez, incluso con toques de humor, sin que esto reste reflexión al tema.


Presentando y contraponiendo dos tipos distintos de familia, una de mejor status social pero con un padre demasiado ocupado por su trabajo, y con la otra todo lo contrario, un padre dedicado prácticamente por entero a sus hijos pero que apenas se preocupa de todo lo demás.
Analizando a través de sus acciones, lo bueno y lo malo va aflorando y acompañados de Bach y Beethoven llega la catarsis emocional al interior del espectador.
Masaharu Fukuyama, Yôko Maki, Jun Kunimura, Machiko Ono, dan vida a dos familias plenamente reconocibles, siendo el reflejo de muchas de las emociones que quiere transmitir el film de Kore-eda. Los niños, por su parte, aportan el candor y la ternura que pone el contrapunto a una historia compleja emocionalmente.

Si la semana pasada llegaba Una familia de Tokio, De tal padre, tal hijo supone el complemento ideal de la visión de la familia de tierras niponas (pero con un mensaje universal). Mientras una exploraba la vejez, ahora se explora los inicios de ésta, la paternidad, el inicio real de la madurez y el compromiso que supone formar una familia. Y, al igual que la de Yamada, supone una delicia su visionado.

8/10

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