Hablar de Los ilusos de Jonás Trueba es un tanto difícil, ya
que es hablar de un ideal, un modo de ver el cine, más que de una
película en sí.
Jonás ha “mamado” el cine desde que estaba en la cuna, por así
decirlo. Le viene de familia, y, por lo tanto, es bastante curioso
que su visión particular sobre el mundo del cine se aborde desde una
vertiente antiglamurosa. Tanto dentro de la película como en la
producción o distribución de la misma, que prácticamente parece
destinada a estrenarse sólo en la Cineteca del Matadero de Madrid (y
por un breve periodo de tiempo) y en el 'Atlántida Film Fest' de la
web Filmin.
Y es que el joven director ha abordado el proyecto, ya desde el
rodaje, simplemente con la necesidad interior de hacer cine por el
gusto de hacerlo, rodada el tiempos muertos casi por amigos del
oficio, con una cámara 16mm e intentado mostrar lo que el llama “la
periferia del cine”: los cines en versión original, las tertulias
cinéfilas de los aficionados, los vhs grabados de tus padres, los
pequeños proyectos de directores amateurs enamorados del cine... y
las sensaciones y sentimientos de estos que serán el fruto de sus
futuros proyectos.
Un pequeño proyecto hecho con cariño, sin apenas un guión detrás
que seguir, tirando de la improvisación y la intuición de actores
de teatro que debutan en esto del cine. Y es que si por algo destaca
la segunda película de Jonás Trueba es por dejar los
convencionalismos y la concepción general de un proyecto
cinematográfico e impregnar en la película la naturalidad de lo
cotidiano.
Se nota que, más que seguir una vertiente reivindicativa sobre un
cine de pocos medios, se busca un estilo artístico, una pulcra
fotografía en blanco y negro y un estilo cercano a la nouvelle
vague, alegoría de las sensaciones que pretende transmitir el
director.
Pequeños microtemas se podría decir que componen este relato con
tintes humorísticos, siempre con una visión desenfadada pero
sincera, donde el futuro del cine, las nuevas tecnologías, los
miedos propios de los directores y actores amateurs ante un mundo de
difícil acceso o las anécdotas que inundan las conversaciones de
los aficionados al séptimo arte tienen cabida en una película de
difícil catalogación, pero que, sin duda, va dirigida para todos
nosotros, los que disfrutamos día a día en las salas semivacías de
los cines de auteur, recorriendo las tiendas de segunda mano
buscando las rara avis del cine, aquellos que tenemos el cine
como afición de cabecera (o incluso algo más que una afición). Y,
aunque sea solo por ese miramiento, ya es de agradecer esta
propuesta.
Sí, además, eres de los que vive en la capital, tendrás un
incentivo extra en Los ilusos: descubrir los miles de rincones
que recorre la película y que la mayoría de los cinéfilos
madrileños frecuenta a menudo.
Quizás la falta de una narrativa convencional pueda hacer que esta
especie de cine-documental haga que no todo el mundo conecte con él,
pero su amor por el cine sin duda será suficiente para contentar al
público al que va dirigida: que no es otro que los jóvenes ilusos
que sueñan con formar parte de este mágico mundo que es el cine.
6,5/10
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