jueves, 11 de abril de 2013

Los ilusos: Vivir rodando en 16mm




Hablar de Los ilusos de Jonás Trueba es un tanto difícil, ya que es hablar de un ideal, un modo de ver el cine, más que de una película en sí.

Jonás ha “mamado” el cine desde que estaba en la cuna, por así decirlo. Le viene de familia, y, por lo tanto, es bastante curioso que su visión particular sobre el mundo del cine se aborde desde una vertiente antiglamurosa. Tanto dentro de la película como en la producción o distribución de la misma, que prácticamente parece destinada a estrenarse sólo en la Cineteca del Matadero de Madrid (y por un breve periodo de tiempo) y en el 'Atlántida Film Fest' de la web Filmin.
Y es que el joven director ha abordado el proyecto, ya desde el rodaje, simplemente con la necesidad interior de hacer cine por el gusto de hacerlo, rodada el tiempos muertos casi por amigos del oficio, con una cámara 16mm e intentado mostrar lo que el llama “la periferia del cine”: los cines en versión original, las tertulias cinéfilas de los aficionados, los vhs grabados de tus padres, los pequeños proyectos de directores amateurs enamorados del cine... y las sensaciones y sentimientos de estos que serán el fruto de sus futuros proyectos.


Un pequeño proyecto hecho con cariño, sin apenas un guión detrás que seguir, tirando de la improvisación y la intuición de actores de teatro que debutan en esto del cine. Y es que si por algo destaca la segunda película de Jonás Trueba es por dejar los convencionalismos y la concepción general de un proyecto cinematográfico e impregnar en la película la naturalidad de lo cotidiano.
Se nota que, más que seguir una vertiente reivindicativa sobre un cine de pocos medios, se busca un estilo artístico, una pulcra fotografía en blanco y negro y un estilo cercano a la nouvelle vague, alegoría de las sensaciones que pretende transmitir el director.

Pequeños microtemas se podría decir que componen este relato con tintes humorísticos, siempre con una visión desenfadada pero sincera, donde el futuro del cine, las nuevas tecnologías, los miedos propios de los directores y actores amateurs ante un mundo de difícil acceso o las anécdotas que inundan las conversaciones de los aficionados al séptimo arte tienen cabida en una película de difícil catalogación, pero que, sin duda, va dirigida para todos nosotros, los que disfrutamos día a día en las salas semivacías de los cines de auteur, recorriendo las tiendas de segunda mano buscando las rara avis del cine, aquellos que tenemos el cine como afición de cabecera (o incluso algo más que una afición). Y, aunque sea solo por ese miramiento, ya es de agradecer esta propuesta.


Sí, además, eres de los que vive en la capital, tendrás un incentivo extra en Los ilusos: descubrir los miles de rincones que recorre la película y que la mayoría de los cinéfilos madrileños frecuenta a menudo.

Quizás la falta de una narrativa convencional pueda hacer que esta especie de cine-documental haga que no todo el mundo conecte con él, pero su amor por el cine sin duda será suficiente para contentar al público al que va dirigida: que no es otro que los jóvenes ilusos que sueñan con formar parte de este mágico mundo que es el cine.

6,5/10

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