El cine francés tiene fama de lento y pecar de trascendente, esto no
es nada nuevo, pero Valérie Massadian sería de esas directoras que
hacen que este impopular tópico tenga su parte de razón.
Cuando la misma Valérie confiesa que el guión, de unas veinticinco
páginas, fue solamente escrito para recibir la subvención de turno
y sacar adelante el proyecto... nos lo creemos, y más después de
ver el resultado. Y es que, según alega, la película se forjó en
el montaje, pero la sensación es que eso del 'ritmo narrativo' es un
concepto desconocido para la directora.
Una cosa es hacer una fábula sobre la infancia y otra muy distinta
presentar una narración propia de un niño de parvulario, inconexa
en muchos tramos, como recopilando escenas grabadas de una niña
jugando a su antojo... y ya está. Esa idea de 'cada uno se monta la
película en su cabeza' me parece la excusa de no saber hacer bien
las cosas. Se puede dejar a la libre interpretación un final o algún
concepto, pero no la película entera, porque para eso ya la hacemos
nosotros mismos.
Nana, con una natural y encantadora niña de 4 años como
protagonista y ese aire campestre que se respira (se nota de donde
viene Valérie) son las máximas virtudes que encontraremos en este
fallido proyecto, junto con alguna que otra escena de mayor calado,
como la apertura de la matanza del cerdo (real, por cierto) o Kelyna
Lecomte y Marie Delmas jugando a escupirse el agua.
La propuesta acaba sucumbiendo a su falta de ritmo, que, como ya
apunta desde el título, es proclive a echarse una siesta libremente
sin temor a perderse nada trascendente.
Si la idea de Valérie sobre una alegoría de la mala educación
infantil (donde el cruel ser humano, con corazón de perro como en el
cuento que se narra en la película, deja en herencia una mala imagen
a sus hijos) es colocar escenas sin ton ni son de una niña jugando
sola con animales muertos durante toda la película... es que, o yo
entiendo poco de cine, o su directora cree ingenuamente que el arte
cinematográfico y el fotográfico son lo mismo.
Es entendible que no se quiera imponer a una niña hacer ciertas
escenas, ya que, a todas luces, no es una verdadera actriz, pero de
ahí a dejar al libre albedrío la totalidad de la película va un
trecho muy grande, tanto como el de un proyecto interesante y otro
pretenciosamente fallido.
Al menos podemos agradecer que, al final, se desechasen sesenta horas
de metraje y haya quedado una película de apenas una hora, que, con
todo, se antoja excesivamente estirada.
4/10
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