domingo, 1 de diciembre de 2013

Frozen: El reino del hielo. Vuelve la magia.


Vuelve Disney a la animación mezclada con un musical. Si el año pasado Rompe Ralph tiró de nostalgia ochentera para encandilar a los más grandes, este año con Frozen nos hacen recordar nuestra más tierna infancia, cuando rayábamos nuestros vhs de Pocahontas, Aladdin y compañía, gracias a la magia de sus historias de amor y, sobre todo, sus pegadizas melodías.

La historia de Frozen: El reino del hielo nace del cuento La princesa de hielo del danés Hans Christian Andersen. Se nos narra la vida de dos princesas hermanas. La primogénita, Elsa, nació con una “maldición” que le hace convertir en hielo todo lo que toca y un día jugando con su hermana pequeña, Anna, la hiere sin querer. Para proteger a sus seres queridos, Elsa tiene que vivir aislada en el castillo sin ver a nadie para que su secreto no trascienda. Sus padres mueren y, cuando Elsa cumple la mayoría de edad debe asumir el trono y abrir las puertas del castillo. Pero un pequeño enfrentamiento con su hermana hará que todo el mundo descubra sus poderes mágicos y Elsa huirá a la montaña del norte desencadenando tras de sí un invierno eterno en el reino de Arendelle. Anna tendrá que ir en busca de su hermana para que vuelva a su reino y así ponerle freno al frío.


Elsa es un personaje fascinante, cargada de conflictos internos que le impiden ser feliz, una especie de 'bestia' maldita. Lástima que su papel no sea tan protagónico siendo más interesante (daría mucho juego sus años de soledad) que el de su hermana Anna, una joven vivaz en busca de la amistad y del amor, que anhela la compañía de su hermana recluida. La película, mediante el entramado de interrelaciones entre los distintos personajes, incide en la importancia de los lazos fraternales y, sobre todo, del amor verdadero, un mensaje universal del cual Disney ha hecho gala en muchos de sus clásicos y que en esta película a algunos les podrá parecer harto ñoño y previsible. Entre la galería de secundarios nos encontramos a Olaf, un muñeco de nieve viviente que llena de comicidad Frozen, sin ser tan ridículo como el vídeo promocional con el cual se vendía la película, y hará las delicias de los más pequeños de la casa. El diseño de estos personajes es muy vívido, muy real, así como los inmensos e inmaculados paisajes nevados, hechos con mimo, que les acompañan. La magia de Elsa da pie a un despliegue visual impresionante donde se juega con el espacio y sus poderes.


Han pasado ya un par de días desde que vimos Frozen y no podemos quitarnos de la cabeza sus canciones. For the first time in forever y Let it go resuenan una y otra vez en nuestra mente. Son pegadizas, son profundas y encajan como un guante en la historia. Porque Disney ha vuelto a sus orígenes en una película con princesas que viven cantando lo que les ocurre. Y es francamente fascinante escucharlas y sentirlas, es como estar de nuevo, como decíamos, ante La bella y la bestia, Aladdin o El rey león. Las voces de Idina Menzel y Kristen Bell desbordan belleza, melancolía, musicalidad y armonía. Un 10 en ese aspecto.

Excelente debut de Jennifer Lee tras las cámaras quien, junto al veterano animador Chris Buck (Tarzán, Locos por el surf) dirige este nuevo clásico Disney. Y es que, retomando unas raíces tradicionales en Frozen: El reino del hielo, la compañía del ratón parece querer reclamar de vuelta su trono como reyes de la animación.

7/10

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