El
director de La
sombra del crimen
y Felon,
Ric Roman Waugh, vuelve al género de sus inicios, el de acción,
aunque esta vez detrás de las cámaras en vez de sustituir a las
estrellas en las escenas de riesgo. La idea de El
mensajero
surge a raíz de un reportaje del programa de la cadena TBS
Frontline,
sobre casos reales del sistema judicial americano, en los que a la
gente se le daba a elegir entre convertirse en informadores o ir a la
cárcel. Entre Ric y Justin Haythe (guionista de Revolutionary
Road)
se encargaron de darle forma a la idea sacando adelante un guión
que, aunque se haya catalogado de acción, tiene más de thriller
dramático, con alguna que otra escena puramente adrenalítica.
El
mensajero nos
pone en la tesitura de un padre (Dwayne Johnson) que al enterarse de
que su hijo Jason ha sido condenado con 30 años de cárcel por
tráfico de éxtasis, aunque realmente el chaval ha sido engañado
por un amigo suyo, para reducir su propia condena. La única
posibilidad de Jason para reducir su condena es hacer lo mismo que su
amigo e inculpar a otra persona relacionada con el tráfico de
drogas. Al no conocer a nadie más implicado y negarse a mentir para
implicar a otros amigos, no le quedará otra opción al padre de
Jason que colaborar con la DEA (Drug Enforcement Administration) para
conseguir reducir la condena de su hijo cuanto antes.
Una
idea de partida interesante pero que ya de partida tiene una pega
considerable: es cuanto menos difícil mentalizarse de que Dwayne
Johnson puede hacer de un padre coraje sin que vaya por ahí soltando
hostias a diestro y siniestro. Seguramente pesó más el nombre de su
estrella de cara a la taquilla y la financiación del proyecto que
para la credibilidad en la historia.
Tras
este, a mi parecer, error de casting, le sigue otro asociado al
mismo.
Ya
que contratas a Dwayne Jonhson, dale una vertiente explosiva al
asunto, más acción al guión, que a fin de cuentas es lo que
esperará ver la gente tras el cartel y la estrella protagonista.
Pero Ric Roman Waugh prefiere enfocar el asunto tomándose demasiado
en serio, intentando hacer una crítica al sistema judicial con las
armas equivocadas.
A
su favor puede decirse que se sigue con cierto interés y al final
llega la acción de mano de una persecución automovilística, pero
quizás demasiado tarde.
Tampoco
ayudan pequeños detalles que denotan dejadez en el proyecto, como si
se estuviera rodando con el piloto automático, como que en una
escena Dwayne se sobrecoja cuando le apuntan a la cara con una
pistola para demostrar que no es un policía, pero más adelante
cuando ya no hay que justificar este hecho, parece que lleva toda su
vida rodeado de armas, no se inmuta. Que en películas de acción
estas cosas están a la orden del día y suelen pasar más
desapercibidas, pero cuando intentas hacer del tema principal un
padre corriente que se mete en un mundo de delincuencia ajeno a él...
y más si quieres otorgarle cierta credibilidad y seriedad como
parece ser el caso, hay que cuidar estos detalles bastante básicos.
Susan
Sarandon, por su parte, tampoco es que resulte una fiscal muy
convincente, la verdad sea dicha.
Que,
si bien no estamos hablando de un desastre de película, y es verdad
que tiene cierta calidad o interés al menos en trabajar una historia
más allá de las clásicas del cine de acción, jugar a medias
tintas entre el cine de denuncia o el de acción hace que ni unos ni
otros disfruten satisfactoriamente de la película, más allá de
haber pasado un rato más o menos entretenido, como cuando no tienes
nada que hacer en casa y tras un zapping exhaustivo te quedas viendo
una película hasta el final. Pudo ser peor, pero eso tampoco la
hace buena.
5,5/10
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