La realizadora Anaïs Barbeau-Lavalette, curtida en el mundo del documental, presenta su segunda película de ficción, Inch' Allah (que vendría a significar “Si Dios quiere”, más o menos), que recibió el premio Fripesci y la mención especial del Jurado Ecuménico dentro de la sección Panorama de la Berlinale 2013, cosechando además buenas críticas de los medios canadienses.
Precisamente
del documental Si
j'avais un chapeau,
que estuvo rodando en un campo de refugiados de Palestina, fue cuando
nació esa mezcla de amor y odio hacia la ciudad y su situación.
Estudio Política y Árabe, hizo amigos y vivió la falta de libertad
de cerca. Eso fue el germen para la historia de Inch'
Allah,
que cuenta la historia de Chloe, una joven ginecóloga de Quebec que
ejerce en Palestina, aunque vive en Israel. Se implica emocionalmente
en el trabajo, sobre todo con una paciente, Rand, a la que tiene
especial afecto. Su encuentro con la guerra y las personas que se
encuentran en medio de ella la llevarán a remover su interior para
transformarla interiormente.
Anaïs
nos adentra en este conflicto lejano a nosotros, pero lo hace desde
la perspectiva correcta, sin intentar juzgar un bando o el otro, sino
del extranjero que se encuentra en medio de algo ajeno pero a fuerza
de ver, sentir y observar como les afecta las personas cercanas y
poco a poco a sí mismo, te acaba implicando como si fuera propio.
La
cámara se pega de cerca a su protagonista, Evelyne Bronchu, siguiéndola en su
descenso paulatino al tormento interno. Sabrina Oauzani, quien ya había destacado en De dioses y hombres y La fuente de las mujeres, es la que tiene el papel más llamativo, incluso que la propia Evelyne, haciendo el papel de una muchacha joven que está embarazada y tiene a su marido en la cárcel, y completando el trío de mujeres se haya Sivan Levy, que cumple verazmente su papel de soldado del control de fronteras.
Quitando
los protagonistas, la mayoría de secundarios y niños que salen son
personas reales del entorno, lo que otorga veracidad al relato,
incluso los decorados están recreados minuciosamente a partir de
escenarios reales.Una película de las llamadas 'necesarias', que tiene su valor tanto a nivel técnico como de denuncia, si bien quizás se haga un tanto pesado el camino que recorre su protagonista, y la implicación con el espectador no esté tan lograda como se pretende, salvo en la recta final o en ciertas escenas que sacuden de la monotonía del relato.
Al
final, con la metáfora del muro, se viene a decir que, si Dios
quiere, algún día se romperán esas barreras que separan
incomprensiblemente a las personas. Ojalá sea eso cierto, aunque no
se ala película que más me haya concienciado sobre un conflicto
bélico.
6,5/10
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