Siempre que tengo que responder a la pregunta de cuál es mi película preferida me paro un poco a pensar y mi respuesta siempre es la misma. Hace mucho tiempo que tengo claro que Matar a un ruiseñor es de largo mi película preferida y dudo mucho que alguna la supere. Probablemente, sea de las películas que más veces he visto, es de las que tengo mejores recuerdos y es la primera de ellas en la estantería donde tengo mi colección.
La vi por primera vez cuando tenía 9 o 10 años, en aquellas noches bastante lejanas en las que mi padre se sentaba a ver películas y yo, al no tener otra opción, me sentaba con él. En aquella época no podía llegar a entender ciertas cosas, entre ellas el título. ¿Por qué Matar a un ruiseñor? No salía ningún pájaro de especial relevancia en la película. No obstante, algo en ella me atrajo; supongo que porque era una película protagonizada por niños a los que, tras finalizar la película, comencé a envidiar; ellos tenían una casa en un árbol y aparentemente no hacían nada en todo el año, excepto jugar y corretear de un lado para otro desobedeciendo completamente a los adultos. No obstante, es todo lo que puedo decir con exactitud. Ha pasado mucho tiempo y mi percepción del cine no es la misma y no sería capaz de describir esa sensación. Era (y es) una especie de nostalgia algo tonta, pues aún ahora puedo mirar cualquiera de las escenas de la película y reconocer en mi a aquellos personajes o la familiaridad de sus actos. Su relación con los adultos y lo que esperaban de ellos, era algo muy parecido de lo que mis padres esperaban de mi, y yo de ellos, claro. No sabía qué era aquello que hacía que yo pudiera identificarme con lo que estaba viendo.
¿Por qué unos personales tan lejanos a mi y mi vida me hacían sentirme tan bien? Era algo que por aquel entonces no entendía, pero me fascinaba. Con aquella edad, mi nivel de comprensión de una película con esta temática era bastante superficial, pero aún así no podía quitármela de la cabeza. Como vengo diciendo, no hay palabras para describir esa sensación. Si todos tenemos una razón por la cual amamos el cine, estoy casi seguro de que esta es la razón por la que disfruto tanto viendo el cine. Siempre que veo una película espero poder rememorar esa sensación tan anclada en mi mente, como un sabor de algo que hace mucho tiempo que no pruebas y te gusta. Por desgracia, por mucho que me guste una película es raro que me transmita lo que esta película me transmite. Mientras escribo esto, tengo el DVD con la película en el ordenador y cuando no se qué escribir pongo unos minutos de la película y enseguida algo nuevo me viene a la cabeza. Es tal la fascinación que me causa verla que podría estar hablando de ella durante horas y horas sin repetir una sola palabra. Cuando tuve un poco más de edad, pronto cogí el libro en el que se basó la película y entonces comprendí muchas otras cosas. Ya por aquel entonces sabía el por qué del nombre de la película y tenía más claro cuál era el papel del hombre negro en aquella sociedad de los años 30 en América. El libro también entra dentro de mis preferidos.
La historia se articula en torno a la vida de la familia Finch, en una población rural del profundo Sur llamada Maycomb. Atticus es el padre, magnificamente interpretado por Gregory Peck (interpretación que la valió su único Oscars) es un abogado honrado y trabajador al que se le encarga la tarea defender a un ciudadano negro, Tom Robinson, que presuntamente ha violado y maltratado a un joven chica blanca, Mayella Violet Ewell. Todo un cúmulo de situaciones nos develan una sociedad en decadencia, totalmente frustrada por un una crisis económica y una guerra que acaba de pasar y otra que estaba por llegar. Matar a un ruiseñor es la Erase una vez América de Mulligan. La historia de los Valores, de la perdida de ellos y su adquisición. Es un cuento protagonizado por niños que dan una lección a los adultos. Todo está articulado en torno a los recuerdos de la hija menor de de Atticus, Jean Louise “Scout” Finch que a través de unos breves intervenciones en "Off" nos sitúa en la trama, ya que sufre algunas elipsis temporales. Al margen, de la historia principal, el desarrollo y crecimiento personal de los jóvenes y la visión que en todo momento ofrecen al espectador es otro de los puntos fuertes de la película. No sólo están al tanto de los problemas de su padre, sino que a lo largo de la película desarrollan una trama personal relacionada con las aventuras de verano en las que participaban. El misterioso vecino, Boo, y todas las historias que cuentan de él en el pueblo hacen que los niños intenten averiguar quien es él realmente. Es una de las aventuras más preciosas y bien contadas de toda la historia del cine, con una moraleja sobre la tolerancia y el respeto como nunca había visto.
Matar a un ruiseñor es una obra maestra indiscutible, desde los primeros planos de la caja de juguetes, uno de los títulos de crédito iniciales más hermoso que yo recuerdo, hasta el final, donde, de nuevo, es la visión de Scout la que concluye, a modo de resumen, la película. Peck está genial y todos los secundarios lo hacen de lujo y los niños nos regalan la mejor interpretación infantil que yo haya visto nunca.
Poco más se puede de decir de esta película que no se haya dicho con anterioridad, pero yo, desde mi humilde posición, quería reivindicarla para que si algún despistado no la ha visto puede verla y disfrutar de la que, sin duda, es una de las mejores películas que se hayan realizado y sin una de mis favoritas. Con todo esto que he dicho puedo afirmar sin duda que Matar a un ruiseñor tiene la culpa de que yo ame el cine como lo amo.
Un 10 de película, majestuosa :)
ResponderEliminarUna pelicula, no superada y la mejor sin duda en su genero. Un clasico con mayusculas. Bonito diseño el del sitio este, me ha gustado. SAludos
ResponderEliminarHola Plared!!
ResponderEliminarGracias por el comentario. Totalmente de acuerdo con lo que dices y muchas gracias por seguirnos. Un placer. Saludos!