lunes, 16 de junio de 2014

Amanece en Edimburgo. Pero parece que en el resto del mundo no.

Título original:
Sunshine on leith
Año:
2013
Fecha de estreno:
19 de Junio de 2014
Duración:
100 min
País:
Reino Unido
Director:
Dexter Fletcher
Reparto:
Peter Mullan, Jane Horrocks, Antonia Thomas, Jason Flemyng, Freya Mavor, Paul Brannigan, George MacKay, Kevin Guthrie
Distribuidora:
Filmax


El verano está a la vuelta de la esquina y la masa gris ya pide irse de vacaciones. Películas de robots montados en dinosaurios, simios repartiendo estopa o mutantes que viajan al pasado ya tienen su asiento reservado, pero, a veces, hasta para desconectar hace falta un mínimo. Y Amanece en Edimburgo está tan rozando la línea que hay que pitarle la falta. Y esto lo dice un amante de los musicales, así que no me quiero poner en la situación del resto de espectadores ajenos a este género.
El director de la función es Dexter Fletcher, que algunos recordarán como el chavalín Baby Face de Bugsy Malone (ha llovido, sí), otros como Soap en Lock & Stock. Ahora tras las cámaras, tras un, dicen, gran debut con Wild Bill (tengo ganas de verla) ahora cambia totalmente de vertiente y se atreve con la adaptación del exitoso musical Sunshine on leith, de Stephen Greenhorn, creando una historia a partir de las canciones del famoso grupo escocés The proclaimers.


Quizás parte de ese éxito del musical en Escocia radique en sus raíces tan autóctonas, tanto en las canciones como en la historia, pero la película, difícilmente veo que pueda tener ese éxito a nivel internacional, sobre todo cuando presentas un musical sin apenas coreografías y con canciones que parecen insertadas en una historia, más que fluir junto a ella.
Tampoco ayuda tener una historia 100% previsible y demasiado edulcorada sin hacer partícipe al espectador de este buenrollismo de postín.
Amanece en Edimburgo nos sitúa en la vuelta de dos amigos, Davy y Ally, tras su servicio en la Guerra de Afganistán y su reencuentro con su familia y novias. Abriéndose la narración en tres historias (la historia de los padres de Davy, Davy e Yvonne, y Ally con la hermana de Davy, Liz) se tratan temas como la familia, la amistad, el amor pero con la técnica del churrero: coges todos los ingredientes, los metes a la freidora y lo que salga.

Pero de historias blandas y facilonas estamos curados de espanto, de hecho, los musicales clásicos de Gene Kelly y Stanley Donnen no es que fueran mucho más profundos, pero ofrecían grandes coreografías que te hacían menearte en el asiento, canciones simpáticas que canturrear al salir y el carisma de unos protagonistas a los que admirar. Y ninguna de esas cualidades aparece en la película de Fletcher.
Como adelantaba, este es uno de los “musicales menos musicales”, en el sentido coreográfico, que he visto que recuerde ahora mismo. Quitando la canción del final y alguna otra (tampoco especialmente trabajadas) la mayoría de canciones pasan por ser cantadas pero sin alardes vistosos, lo que desluce un poco la película como musical. Además, añade a esto que las canciones no tienen en muchas ocasiones la fuerza necesaria y tampoco hacen evolucionar la historia, sino que son más un englobado de sensaciones y sentimientos de los protagonistas, pero descafeinadas. Los actores no es que estén mal, pero ninguno me acaba llamando especialmente la atención, lo que no habla mucho a su favor (o de sus personajes más bien). ¿Puntos a favor? Edimburgo, esa bella ciudad y algún número algo más gracioso que la media, como el del pub. Y que no se hace pesada. Poco más.


Y es que un musical que aspira a ser la película buenrollista del verano y que salgas cantando, pero que ni ofrece una historia atractiva, ni momentos musicales llamativos y en general la película acaba siendo un conglomerado de emotividad gratuita que, para conseguir este alarde de falsa felicidad, en una se inventa una reconciliación en base a lo más chabacano (un leve infarto y ale, olvidados los problemas) y hasta obvia finalizar la historia que a todas luces no pintaba con el happy ending de rigor.
Para disfrutar de las vistas de Edimburgo y lamentarse de lo que pudo ser y no fue.

4,5/10

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