jueves, 18 de mayo de 2017

Personal Shopper. Mundos superpuestos


Título original:
Personal Shopper
Año:
2016
Fecha de estreno:
19 de Mayo de 2017  
Duración:
105 min
País:
Francia
Director:
Olivier Assayas
Reparto:
Kristen Stewart, Lars Eidinger, Nora von Waldstätten, Anders Danielsen Lie,Pamela Betsy Cooper, Sigrid Bouaziz
Distribuidora:
La Aventura Audiovisual



Estamos en los albores de una nueva edición del Festival de Cannes y nunca se cansa uno de alabar a los prestigiosos críticos que durante un buen puñado de días trabajan mucho y duermen poco para traernos esas crónicas impecables que nos permiten tantear lo que se está viendo en la muestra de cine más importante del mundo. Sin dudas sobra el respeto hacia ellos, más allá de que muchas veces ese grupo de críticos forma junto a jurados, espectadores y demás, un ecosistema de comportamiento muy particular, digno de análisis. Todos ellos intelectuales y sofisticados, actúan sin embargo de manera salvaje y en bloque cuando una película se sale de parámetros aceptables y acaban relegando a la oscuridad obras que, por su incorrecta intelectualidad o por una audacia que camina fuera de los límites aceptables o entendibles, se hacen merecedoras de su abucheo o de sus dardos envenenados en forma de tweets. Creo que no ha de haber en el cine reciente una película más intelectualmente incorrecta que la obra de Assayas que hoy me toca reseñar y es una suerte que a día de hoy estemos lo suficientemente curados de espanto como para no hacer caso al bochinche intelectualoide que se armó tras la proyección de Personal Shopper, la última demostración de que el director francés es una de las mentes más inquietas y traviesas de su país.

Olivier Assayas se esfuerza en que la película se sienta incómoda, pero no incómoda en el plano de lo sentimental ni el visual, aunque indirectamente acabe siéndolo en este último aspecto, sino incómoda en el plano de las ideas y los conceptos. El director busca explotar los fuertes contrastes que distintos escenarios y elementos crean: en la misma película tenemos a una chica que trabaja de médium y de “personal shopper” (asistente encargada de comprar ropa) de una celebridad; tenemos a un personaje buscando espíritus en una vieja y tétrica casona para luego volver a casa en tren en medio de un paisaje densamente urbanizado; reflexionamos sobre el más allá y la vida después de la muerte, a la vez que escuchamos las monótonas conversaciones sobre el superficial mundo de la moda y la frustración profesional y personal; asistimos a una comunicación con un presunto espíritu vía smartphone; y finalmente tenemos apariciones fantasmales, que ni el más mainstream de los James Wan filmaría mejor, en una cinta que no da señales visuales ni narrativas de estar moviéndose ni en los terrenos de la parodia, ni de lo onírico, ni de lo surrealista. La desconcertante sobriedad con el que Assayas toca un tema inaceptablemente irracional para ese público tan intelectual que lo sigue, es el diálogo más importante que su película busca entablar con el espectador; y es posible que por ello “Personal Shopper” sea una película que deje un poco afuera a un sector del público que por su propia experiencia cinéfila se sienta menos inclinado a impresionarse por los elementos que se ponen en juego.



Pero allí donde la superficie indica que Assayas contrapone al mundo tecnológico y mecanizado del siglo XXI con un superviviente universo de misticismo y espiritismo, presentándolos como dos universos superpuestos y nunca armonizados del todo; un análisis a fondo parece mostrar más que nada una contraposición más conocida: la del mundo personal y el social que se superponen en la definición del individuo. Todo el circo sobrenatural que, como expresamos más arriba, adquiere en algún momento una explicitud abrumadora, no parece obedecer más que a la necesidad del autor de dialogar con su público y de desafiar los fundamentos mismos del análisis y la crítica que tanta tendencia tiene a estancarse y ahogar las expresiones artísticas.



Kristen Stewart ya es ese gran descubrimiento, e invención a la vez, que Assayas ha legado al mundo interpretativo y que nos ha permitido superar la experiencia de sus inicios que bien podrían haberle costado la carrera. Una vez más, su naturalidad ha sido su fuerte a la hora de interpretar a este personaje de formas cortantes y desgano existencial, que vuelve a ponerla (como en su día con “Sils María”) como una de las interpretaciones femeninas más destacadas de la temporada. El personaje de Maureen sufre un estancamiento personal tras la muerte de su hermano y espera una prometida señal del Más Allá del difunto, que busca no sólo servir como catarsis, sino llevar una virtual tranquilidad a su propio enfrentamiento con la muerte (comparte la enfermedad que se llevó su hermano). A la vez, el trabajo insoportable que consiste básicamente en comprar lo que no se puede tener ni usar para una desagradecida patrona, la hunde aún más en una crisis personal que Stewart lleva de manera magistral haciendo gala de una contención emocional que bien podría ser usada como ejemplo en escuelas de interpretación.


Personal Shopper pone en juego tantos elementos dispares que a veces se descompensa. En él hay lugar para momentos de genuino cine de terror, para reflexiones sobre la tecnología, para moralejas existenciales de complicada explicació, para muertes fuera y dentro del plano y un largo etcétera. Es una película que debemos celebrar menos por su redondez y más por su espíritu inquieto y juguetón. No es que lo último de Assayas no sea una obra seria de formas y de tema, sin embargo no hacemos mal si la entendemos también como una broma, como un tocamiento de narices a toda una comunidad cinéfila. Hay algo que no me puedo quitar de mi imaginación desde que vi la película: Assayas filmando la grandiosa escena de la aparición fantasmal con una sonrisa de sorna en la cara. Me arriesgo a pensar que las silbatinas fueron en parte buscadas: un abucheo en Cannes hoy es síntoma de salubridad artística.


7/10

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